La sala de los menesteres.

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Tras la inteligente aparición formulada por Sirius, ambos jóvenes aterrizaron en una sala muy curiosa repleta de objetos muy curiosos.

-¿Dónde estamos?- Preguntó Remus, frunciendo el ceño.

-En La sala de los Menesteres.- Afirmó Sirius, examinando la sala de arriba a abajo, como si buscase algo. -Siéntate. 

Remus obedeció a regañadientes, y se sentó en un taburete que parecía ser de roble. Sirius cogió otro asiento de otra parte de la sala, y se sentó frente a Lupin, mientras empuñaba su varita hacia su gran herida.

-¿Qué haces?

Pero Sirius no respondió. Permaneció con el rostro serio y la mirada concentrada en su conjuro.

-Vulnera Sanentur. -Pronunció Black firmemente. 

Sin embargo, no pudo finalizar el hechizo, porque Remus se levantó bruscamente y dijo:

-Lo siento Sirius, me voy.

-¿Es en serio?- Preguntó Sirius retóricamente, ofendido. -¿Por qué no dejas que te cuide? No, mejor, ¿por qué no dejas que nadie te cuide?

-¡Porque no quiero que nadie tenga que pagar por el hecho de que yo sea un mounstruo!- Dijo Remus, y las palabras le salieron del fondo del corazón.

Sirius no podía articular palabra. Unas lágrimas se asomaban por sus grandes ojos grisáceos, pero no pensaba dejarlas caer.

-Esta noche, te he hecho daño. A ti. Y, joder, me odiaré cada día por ello.

Sirius estaba devastado. No podía creer que la maravillosa persona a la que amaba, pensara eso de él mismo. Quería llorar, abrazarle, besarle, asegurarle que ningún daño que le pudiera causar reemplazaría lo que siente cuando está con él. Sin embargo, se limitó a decir:

-¿Vas a seguir comportándote como un capullo, o vas a venir aquí, y dejar que te cure las heridas de una puñetera vez?- Dijo Sirius, y se quedó la mar de a gusto. 

Un ojiplático Remus se sentó en el taburete, de nuevo, a regañadientes. Mientras su amigo continuaba con el hechizo.

-Vulnera, sanentum. Vulnera, sanentum. Vulnera, sanentum

Y así, poco a poco, las heridas de Lupin fueron desapareciendo, casi tan rápido como se habían creado. No obstante, las magulladuras y los arañazos no cedían ante el hechizo. 

Sirius cogió un paño, y lo mojó en un grifo de plata que había en esa misma sala. Con mucho cuidado y dulzura, comenzó a rociar a Remus en las zonas donde más herido estaba. 

-¡Ah! Eso escuece.- Exclamó Lupin, apartándose bruscamente. 

-Estáte quieto. 

-Lo estoy, joder. 

Pero Remus no podía estar enfadado con Sirius. Después de todo lo que ha había hecho por él la noche anterior, no podía. Había aguantado a todo un séquito de lobos furiosos, sufrido heridas, mordeduras y arañazos, le había traído hasta aquí y ahora estaba usando sus últimas fuerzas para curarlo, a pesar de que no es el único que está herido. Si esta noche había hecho todo esto, ¿qué les esperaría en las siguientes? por eso, con el corazón en el puño, y lágrimas ansiosas por salir, dijo Remus, muy serio:

-Sirius no podemos seguir juntos. No puedo permitir que tengas que cargar conmigo de esta manera. 

Sirius paró de rociarle el agua fría, que con tan suma dulzura le estaba rociando, y se quedó mirándole por un buen rato.

-¿Crees que eres una carga? ¿Eso es lo que crees?- Preguntó Sirius, y esta vez si que estaba enfadado. 

No podía creer lo que acababa de escuchar. Después de todo lo que habían pasado juntos. Habían estado unidos en las buenas y en las malas, y esto, no era justo. 

-Sí, eso es lo que creo. No podemos estar juntos.

Sirius se levantó, y gritó:

-¿Vas a acabar con esto? Así, ¿sin más?- Preguntó Sirius, con lágrimas en los ojos.

-Si es lo que tengo que hacer para proteger al que amo, si, lo haré.- Contestó Remus, quien no pudo retener más las suyas.

-Si me amaras de verdad dejarías que afrontara esto contigo.

Se hizo un silencio entre los dos, hasta que Sirius se puso en pie, se detuvo frente a Remus durante un instante, y abandonó la sala.



REUS LACRIMIS MEIS (WOLFSTAR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora