☕Siete Días☕

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PRÓLOGO

   El romance resulta ser el arte más extraño de todos. Como en todo arte, su valía se encuentra en el ojo del espectador y, a su vez, del estado actual del espectador. Uno nunca verá con los mismos ojos un obsequio normal recibido de un extraño, a un obsequio de la persona a la que se ama cuando se está enamorado. No es el hecho lo que lo importa, son las circunstancias y la persona involucrada en dichas circunstancias.

En cuanto a mí, gran parte de mi vida me he dedicado a observar el romance como un simple espectador.

He visto a las parejas caminar tomadas de la mano, darse besos apasionados y cometer locuras dignas de una historia de Jane Austen con tal de ver sonreír a la persona que aman. He visto a esas parejas cientos de veces. Entonces, los contemplo, suspiro y reprimo mis deseos de mandar al demonio a esos malditos infelices de segunda.

El romanticismo nunca fue para mí. Algunas cosas me parecían bien en la ficción, como en películas y libros, pero en la vida real me resultaban incomodas de soportar. Las cursilerías terminaban por provocarme arcadas y mis expresiones de desagrado eran tan evidentes que, francamente, dudo que algún día alguien decida invitarme a su boda y arriesgarse a tener mi rostro malhumorado en sus fotografías y recuerdos de ensueño.

A lo largo de mi vida, mis parejas (o mis "casi-algo") me habían recalcado mi falta de cariño y desinterés. Creo que jamás he estado lo suficientemente enamorado para estar en una relación, y en la adolescencia fui muy inmaduro para comprenderlo. Al final, terminé esas relaciones con culpa y pena. Nadie merecía sufrir de mi amor muerto. Entonces decidí vivir mi vida en la soltería e imaginaba que simplemente era incapaz de enamorarme. Pensaba que las dichosas mariposas en el estómago eran un invento de los vendedores de flores y chocolates. Pensaba que Cupido había errado mi flecha y se había olvidado de mi corazón marchito.

Siempre creí que el romanticismo y el amor de pareja no eran para mí.

Hasta que lo conocí a él.

Hace casi cinco meses, cuando fui a la cafetería donde desayunaba todas las mañanas, un nuevo empleado me sorprendió detrás del mostrador. Era un chico rubio y alto, con ojos cafés y una sonrisa encantadora. Era su primer día de trabajo, me lo dijo y también era fácil deducirlo debido a sus manos temblorosas al momento de preparar mi capuchino diario. Recuerdo que me compadecí de él e intenté ser lo más amigable posible. Hablamos un rato, reímos de algunas bromas. Realmente fue muy agradable conmigo. Esa misma noche soñé con sus ojos. Creí que se trataba de un interés pasajero, un simple crush causado por su apariencia física. Sin embargo, mientras los días pasaban, comprobé que los rasgos de su personalidad también comenzaban a acelerar mi pulso. La manera en la que me sonreía, en la que hablaba, en la que me miraba... Cuando me di cuenta, era demasiado tarde. Todo en él me gustaba.

Y me pasó. Mi ojo crítico que odiaba el romanticismo cambió por él. Todas las cursilerías que me producían mareos, ahora llenaban mis fantasías día y noche.

Actualmente, a mis veinte años de edad, trabajo como pasante en una revista local y había dedicado gran parte de mi vida a mis estudios y mi carrera, dejando de lado otros puntos, como mi vida amorosa o personal. Sin embargo, el día siete de febrero mi jefe me encargó realizar la revisión de un artículo titulado "¿Por qué las personas que no son capaces de decir lo que sienten son más propensas a morir solas?". Lo sentí casi como una indirecta (aunque claro que a mi jefe no le importa mi vida privada). Para mí, era una señal.

Entonces tomé una decisión: Siete días.

Faltan siete días para el catorce de febrero, el Día de San Valentín. Siete días en los que me propondré enamorar al chico de mis sueños: Josh, el barista de la cafetería que mi mejor amigo y yo visitamos todas las mañanas. Al fin, le diré todo lo que siento por él, todo lo que llevo oculto en mi corazón y me atreveré a pedirle una cita en el día más cursi y romántico del año. Después de todo, ¿qué podría perder? 

Nota de autora:Hola y bienvenido/a a Siete Días Para Enamorarlo, una pequeña historia preparada especialmente para el Día de San Valentín o Día de los Enamorados

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Nota de autora:
Hola y bienvenido/a a Siete Días Para Enamorarlo, una pequeña historia preparada especialmente para el Día de San Valentín o Día de los Enamorados.
Solo pasaba para agradecerte por darme una oportunidad de entretenerte y, por supuesto, desearte suerte en este corto, pero dulce viaje.
¡Nos leemos luego!

Atentamente, Mai.

Siete Días Para EnamorarloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora