Sexto Día (1/2)

7 2 0
                                    

Lunes trece de febrero...

Me acomodo la camisa y miro mi reflejo en el escaparate de una tienda cerrada. Estoy bien.

—¿Listo para entrar? —me pregunta Jim, señalando el pub frente a nosotros. Asiento y ambos cruzamos el umbral de la entrada.

Es la fiesta de los Estúpidos Enamorados, organizada por Stuart, el hijo de nuestro jefe. Una celebración anual para burlarse de los enamorados que celebrarían al día siguiente y para involucrarse con cualquier soltero en una aventura de una sola noche.

El pub está repleto de personas. La música electrónica suena fuerte y la pista de baile parece imposible de transitar. Cada año parece más grande y concurrida, y eso a Jim le encanta. Su lugar en el mundo es entre la multitud, conociendo a nuevos amigos, bailando con desconocidos, bebiendo hasta no recordar y pasando el rato sin compromisos. En cambio, yo soy menos entusiasta con esa idea, sin embargo, por primera vez, hoy no me importa y prefiero pasar la noche aquí antes que en cualquier otra parte del mundo.

El día anterior me había escapado a MyDarling para invitar a Josh a una cita romántica, pero todo cambió cuando, al llegar, lo encontré besando a su compañera de trabajo. Me paralicé, bloqueando todo el camino, imaginando que mi cabeza estaba fallando y aquello era una simple ilusión. Me pregunté si esa era la manera en que se despiden los amigos, pero por más que intentaba recordar, Jim y yo nunca lo habíamos hecho. Creo.

Aún así, los amigos como ellos no se besan con lengua, no se toquetean en medio de la calle y no se llaman "amor" ni "cariño" luego de hacerlo.

—No podemos hacer esto aquí, cariño —le dijo Zoe ese día, mientras se separaba de él, cortando el beso—. Si la jefa se entera...

—Ya sé, ya sé —le respondió Josh, negando con la cabeza—. Pero eres tan hermosa, amor, que me es imposible resistirme cuando estoy junto a ti.

Recuerdo que me alejé rápidamente, escondiéndome tras un árbol cercano y observando como la pareja se subía al monovolumen aparcado en la acera y se alejaba de mí. Finalmente, volví a casa con el corazón roto.

Ese lunes no me presenté a desayunar en la cafetería. Le dije a Jim que tenía un fuerte dolor de estómago que me quitó el apetito y, a pesar de que mi amigo quiso obligarme a asistir, logré escaparme y llegar a la oficina mucho antes de lo debido, teniendo que conformarme con el café mal preparado de la oficina.

Josh tampoco me había escrito ni preguntado nada por mi ausencia, lo que era mejor. No nos veíamos desde el día de la tormenta. Y, esta mañana, le había entregado su paraguas a Jim para que se lo devolviera. No soportaría verlo a los ojos.

Mi mejor amigo parece intuir al respecto. A pesar de que no le he dicho nada de lo que había visto, cuando acepté la invitación a la fiesta de Stuart, Jim pudo hacerse una idea de lo que ocurría y por eso se muestra más tolerante conmigo que de costumbre.

—¿Qué quieres tomar? —me pregunta, señalando la barra frente a nosotros—. Te traeré lo que quieras.

—Cualquier cosa está bien.

Jim pide dos vasos de vodka con soda y luego me entrega uno. Tomamos las bebidas junto a la barra, observando a las personas bailar. Jim saluda a algunos conocidos cada tanto, pero yo no hablo casi con nadie. La única razón por la que decidí ir a la fiesta fue para no permanecer encerrado en mi departamento pensando en las cosas que Josh y Zoe podrían estar haciendo la noche antes de San Valentín, pero es difícil sacarlo de mi cabeza.

Más aun de mi corazón.

¿Cómo fui tan tonto para ilusionarme? Josh y yo apenas hemos hablado. Y, cuando lo hicimos, la mayoría de las veces quedé en ridículo. Debe tener una pésima impresión de mí, una burla, no un chico al cual amar.

Lo único que puedo pensar es que ni siquiera sé si quiero volver a ver su rostro en mi vi...

—¡Hola, Cameron!

Me paralizo al instante. Una voz conocida resuena a mis espaldas. Volteo con cuidado, observando pasmado a la persona frente a mí.

—¿Zoe?

—Sí, soy yo, no un fantasma. ¿Por qué me miras así? —pregunta, arrebatándome el vaso de vodka y bebiendo un trago.

—No es nada... solo... me sorprende verte aquí.

—¿Te sorprende? ¿No lo sabias? Jim nos invitó a la fiesta esta mañana. Fue inesperado que no fueras a tomar tu café como todos los días. Es decir, nunca has faltado. Josh piensa que te enfermaste por la lluvia del sábado, pero que no dijiste nada porque temías hacerlo sentir culpable. Está muy preocupado por ti. Es un pesado, así que será bueno que te vea con vida y ya no me fastidie.

Zoe termina de hablar, pero yo apenas escuché la primera frase.

—¿"Nos" invitó? —repito—. ¿Josh vino aquí contigo?

—Sí, fue a aparcar su monovolumen. Estará feliz de verte.

No soy capaz de articular una respuesta. En ese momento, Jim deja de hablar con sus compañeros de trabajo y voltea hacia nosotros, sonriendo gratamente al encontrar a la chica frente a mí.

—¡Zoe! —exclama entusiasmado, saludándola con un choque de manos—. Me alegra que decidieras venir.

—¿Bromeas? Si hay alcohol gratis, me apunto.

—Sabía que eras de las mías, bonita.

Fulmino a Jim con la mirada. ¿Qué se supone que ha hecho?

—Jim —digo, con voz lenta y pausada—. ¿Podemos hablar un momento? A solas.

Mi amigo parece adivinar mi expresión y su rostro se torna pálido en un instante.

—¿Por qué no podemos hablar aquí, frente a testigos? —pregunta, tragando saliva.

No lo escucho y tiro de su mano, alejándolo de Zoe, quien nos resta importancia y se apropia de mi bebida mientras baila despreocupada con la multitud.

Terminamos en uno de los pasillos, alejado de la música y de la multitud. Me detengo y miro a mi amigo a los ojos.

—¿Invitaste a Josh?

—Y a Zoe —remarca. Sí, eso no lo mejora.

—¿Por qué hiciste algo así?

—¿No era esto lo que querías? Pasar un tiempo a solas con él. Cuando decidiste no ir a desayunar esta mañana, supuse que te habías acobardado. Y, como no me has dicho nada al respecto, creí que...

—Zoe y Josh están saliendo —confieso al fin.

Mi amigo permanece en silencio unos segundos, examinando mi expresión detenidamente. Casi parece divertido con mis palabras.

—¿Qué? Claro que no están saliendo, Cam.

—Lo están. Yo los oí. El domingo fui a la cafetería, ¿bien? Quería invitarlo a salir como dijimos. Y entonces lo vi. Josh besaba a Zoe y la llamaba "amor". No puedo quedarme a ver eso, Jim. No puedo romper mi corazón de esa manera.

Jim abre los ojos en grande y deja caer su mandíbula. Pienso que mi revelación le ha sorprendido, pero solo bastan unos segundos para percatarme que, en realidad, no está mirándome a mí.

Sus ojos se posan en un objeto a mis espaldas.

En una persona.

—Yo —murmura él, con voz ronca y baja—... ¿te rompí el corazón, Cam? 

 ¿te rompí el corazón, Cam? 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Siete Días Para EnamorarloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora