Capítulo 5

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—¡Adler!—La voz de mi padre me despertó, estaba del otro lado de la puerta de mi habitación.—Hijo, ¿estas despierto?

—Ahora lo estoy—dije mientras lentamente me frotaba los ojos.

Me puse de pie y mire por la ventana, y la vista no podría haber sido más hermosa.

Se veía tal y como cierto cuadro de Monet que vi hace un tiempo en una exposición y de no haber sido porque la nieve seguía cayendo lentamente yo me hubiera creído que se trataba de una fotografía.

—¿Qué haces tras la puerta papá? puedes pasar—le dije a mi padre mientras soltaba un bostezo.

—Lo que pasa es—dijo mientras abría la puerta— que quería que tu me mostraras como habías decorado tu habitación y pues—guardó silencio mientras pasaba la vista alrededor—Wow...

—¿Qué pasa?¿no te gusta?—no pude evitar esbozar una sonrisa.

—no es eso, de hecho me gusta, es muy bonita pero...—finalmente posó sus ojos en mi—¿no crees que son demasiadas plantas?

Para que se hagan una imagen mental: Las paredes de la habitación estaban pintadas de un verde pálido agradable, había colocado mis libros de poesía en un librero que ya estaba incorporado a la habitación y para finalizar, puse alrededor de 20 plantas distintas (10 de ellas en el suelo, 5 en mi escritorio y el resto esparcidas entre los libros) basta decir que soy un fanático de la botánica.

Aunque debo admitir que de no ser por mi cama y escritorio, mi habitación podría confundirse con un vivero.

A mis ojos, era la habitación perfecta.

—De hecho, siento que son pocas—respondí a mi padre.

—Es invierno, ¿no van a morirse con este frio?—refutó mi padre mientras entraba a mi habitación.

—No se si lo recuerdas papá, pero me parece que esta habitación tiene calefacción ¿no?—mi padre se rió ante mi comentario

—Pero tu habitación tendrá el mismo clima que el amazonas

—Mejor, así mis amigas se sentirán más como en casa

—¿Tus amigas?—soltó una risa—¿No te dará mucho calor?

—Hay personas en el mundo que viven en climas peores, estaré bien.

—Pero ¿Y si de tanto calor te evaporas?

—enciérrame y espera a que me condense, cuando sea agua, rocíame sobre mis plantas, ellas nunca deben quedarse deshidratadas.

—Dios mío—ambos reímos—amas más a esas plantas de lo que probablemente amarías a cualquiera.—entonces se dio la vuelta para irse y cuando estuvo a punto de cerrar la puerta, murmuró—me pregunto si algún día conocerás a alguien que...

No pude escuchar por completo lo que dijo ya que salió y bajó las escaleras.

¿conocer a alguien? se refiere a que yo...¿me enamoré?...

que idea tan tonta.

Mi padre sabia perfectamente que yo no era el chico más social, ni el más atractivo, ni el más inteligente; resumiendo, no tenia ningún encanto o talento en particular ¿porqué alguien querría estar en una relación conmigo?

Por eso amo a las plantas, tienen todo lo que necesito.

Ellas están ahí para mi, me escuchan y acompañan día y noche, no tengo que preocuparme por si me son infieles con alguien más o de si sienten lo mismo que yo, no necesito que digan o hagan nada, no necesito palabras; se que es raro, pero por alguna razón, siempre me hicieron sentir más ligero.

No recuerdo exactamente cuando o como empezó, recuerdo que desde hace un tiempo empecé a sentirme solo...tal vez demasiado. Era un persistente sentimiento de vacío que no podía llenar con nada, lo cual fue aún más desesperante; el no poder entender porque me sentía así, el sentirse tan sofocado y agotado y querer pedir ayuda y no poder, el desconocer como me estaba sintiendo, incluso ahora sigo sin intender, sigo sin poder dormir del todo bien debido a eso. Lo único que sé es que en algún momento empecé a hablar con las plantas de esa forma y eso me ayudo.

Aunque a veces me pregunto: si yo lo tenía todo...¿por qué me sentía solo?, ¿por qué me sigo sintiendo tan solo?, ¿es tanto mi deseo de ser amado?

—Hijo, ¿no tenías que reunirte con alguien en la escuela hoy?

La voz de mi padre llamándome desde la sala me sacó de aquel trance.

Me había quedado de pie en medio de mi  habitación, un par de lágrimas habían salido de mis ojos sin que me diera cuenta.

—Si, ya voy—me sequé aquellas lágrimas y rápidamente me vestí para salir, me acerqué a una de mis plantas y le dí un beso.

Bajé las escaleras y saludé a mi padre que yacía viendo televisión con una taza de café en la mano.

—Ya me voy—dije mientras me acercaba a la puerta

—Alto ahí—volteó a verme—¿no piensas desayunar?

—se me va a hacer tarde, tengo que irme.

—Quiero ver que comas algo antes de irte.

—Pero papá—mi padre me lanzo una mirada de muerte—bien, ¿con una galleta basta?

—No—dio un sorbo de su taza mientras mantenía la vista en mi—Todo el paquete.

—¿¡Todo el paquete?!, pero—mi padre alzó una ceja. dejé salir un suspiro—bien, las iré comiendo en el camino ¿de acuerdo?

Mi padre se giró de nuevo hacia el televisor.

—Ve con cuidado y no vuelvas tan tarde—me despidió con la mano.

—De acuerdo, vuelvo en un rato.—abrí la puerta y salí.

Afuera era menos frío de lo que imagine. Saqué una galleta y empecé a caminar hacia la escuela.

Al llegar, no tuve que esperar mucho para que llegara Samantha, quien trajo con si a Erik y a Daniel.

—¡Buen día!—dijo en cuanto se acercó a mi—¿esperaste mucho?

—Para nada, acabo de llegar.—me llevé otra galleta a la boca—¿Quieren una?

—No gracias, estoy bien.—sonrió Samantha.

Daniel negó con la cabeza.

—Yo si quiero, gracias.—rapidamente Erik tomó dos galletas del paquete.

Samantha se llevó una mano a la cabeza y suspiró.

—Bien, deberíamos entrar. Mientras más rápido comencemos, mejor.—dicho esto, abrió la puerta.—Adelante.

Al entrar eramos los únicos en la escuela.

—¿No hay nadie más aquí?—pregunté

—Nope—contestó Erik

—¿Y tienen permiso para hacer esto?

—Sip—volvió a decir.

—¿Tienen alguna prueba?

—Daniel esta aquí ¿no?

—Si

—Ahí tienes tu prueba—y tomó una galleta.

Samantha se detuvo frente a un salón—Aquí estamos—dijo y entramos.

—Este será tu salón—dijo Erik mientras se sentaba en una silla.

—Adler, toma una silla y acércate—comentó samantha mientras de igual forma tomaba una silla.

—¿Qué vamos a hacer Samantha?—tomé una silla e hice lo que me ordenó.

—Es sencillo, queremos conocer más de ti.—Samantha sonrió—Y por favor, llámame Sam. Adler, dime, ¿qué es lo que más te gusta?



Diablos.

Palabras que nunca salieron de tu bocaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora