CAPÍTULO CUATRO

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Laia.

Me detengo en la entrada del modesto patio de Lía, junto a los triciclos rosas posados en el patio. No puedo obligarme a salir del coche.

Es como aceptar lo inevitable. Sé que nada traerá de vuelta a Yoongi o
cambiará lo que ha ocurrido, pero quizás pueda prolongarlo un poco más.

—Tía La, ¿qué estás haciendo?

Salto ante la pequeña voz que me habla. Suni me está mirando, parada
justo al lado del pasajero del coche.

Su pelo oscuro y lacio está atado con cintas en dos coletas a los lados y
su sonrisa desdentada me alegra el día.

—Nada, cariño, solo estaba pensando —digo mientras salgo del coche y
camino hacia donde está ella. Lleva su jersey de fútbol de los domingos y
pantalones y tiene un balón de fútbol bajo el brazo. Es exactamente igual a Yoongi.

—¿Dónde está Junseol?

—En la escuela.

Su cara cae mientras mira hacia el suelo. Su pequeño pie comienza a
balancearse adelante y atrás.

—Mamá dice que no tenemos que ir al colegio todavía. —Su voz se
apaga.

Lucho contra las lágrimas mientras mi corazón se rompe por ella y su
hermana. Solo han tenido siete años con su padre y únicamente lo recordarán si tienen suerte. Me inclino hacia ella y limpio una lágrima de su mejilla.

—Jun puede venir después de la escuela y antes de irse al entrenamiento, ¿de acuerdo?

Ella asiente con la cabeza y la cargo, conduciéndola a su una-vez-feliz
hogar.

Es la primera vez que estoy en la casa Min desde que recibimos la llamada. Vine aquí para estar con las niñas mientras Lía  estaba en el hospital esperando por una señal de que Yoongi iba a sobrevivir. Pasé por el pasillo, el mismo piso por el que ellos pasaban cuando las niñas tenían un resfriado o gripe y los mantenían despiertos por la noche.

El mismo piso en el que Yoongi botó un plato lleno de pollo cuando
tropezó con una bolsa de balones de fútbol que olvidó guardar después de la práctica. Lía y yo nos reímos tan fuerte esa vez. Cuando Yoongi se levantó, tenía grasa de pollo por toda la cara. Una mirada bastó y Lía supo que él iba a perseguirla así, para terminar besándola de ese modo.

Suspiré ante el recuerdo, bajé a Suni y le di un beso en la frente. No sabía cómo consolarla a ella y a su hermana, mucho menos a su madre.

—¿Dónde está tu hermana? —le pregunté. Suni se apena.

—Supongo que con mamá. — responde bajo —Tía La, ¿quién va a ver el fútbol conmigo ahora? —Su voz se rompe cuando hace la pregunta más simple de todas. Por lo general tengo respuesta para todo, pero cuando la miro a los ojos no sé qué decirle porque no hay una respuesta. Podría ser yo una semana o el señor Min, pero nunca será Yoongi. Él era su compañero del fútbol.


—Estoy seguro de que a Jimin le encantaría, incluso a Junseol. Tal vez tu abuelo pueda venir los domingos.

—No es lo mismo —susurra antes de dejarme en el centro de la sala,
rodeada de nada más que recuerdos, una vez capturados por la lente de la
vida real y congelados en el pasado. Y a veces no es suficiente. Habrán
muchos recuerdos que no contendrán a Yoongi.

𝐸𝑡𝑒𝑟𝑛𝑎𝑙 𝑙𝑜𝑣𝑒 {JJK} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora