CAPÍTULO DOS

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Laia.

Las palabras se vuelven borrosas cuanto más tiempo las miro.

El papel se moja con mis lágrimas. Las lágrimas que no han dejado de
caer desde que recibí la llamada telefónica. Ahora estoy sosteniendo un formulario de pedido con su nombre. El ramillete del ataúd para ser hecho en nuestros colores de preparatoria: rojo y dorado. El ramillete de pie para ser hecho en los colores de su boda, nuestros colores universitarios: verde y blanco.

Esto es lo que quiere Lía.

Lia va a enterrar a su esposo en pocos días y sin embargo está lo
suficientemente bien como para tomar decisiones sobre qué tipo de flores adornarán el ataúd de su gran amor.

¿Yo? Ni siquiera puedo lograr leer el formulario de pedido.

Cuando Lía llamó y me pidió que hiciera los arreglos florales tomó
todo de mi parte decir que sí cuando realmente quería decir que no. No quiero hacer esto. Ni siquiera quiero pensar que Yoongi se ha ido. Lo conozco desde el primer grado y ahora se ha ido.

Él no pasará por aquí el lunes para recoger su pedido habitual. Lía no va a recibir su docena de rosas semanal, algo que ha estado recibiendo desde que él comenzó a proponérsele a los
diecisiete años.

Ellos fueron los afortunados, teniendo todo calculado en la escuela preparatoria y apegándose a ello. Yo pensé que también tenía eso, pero fui tomada por sorpresa en mi primer semestre en la universidad. Mi vida fue puesta patas arriba con unas cuantas palabras cortas y un portazo, creando un muro entre el amor de mi vida y yo.

Me levanto con las piernas temblorosas, limpio mis lágrimas y me dirijo hacia la puerta para darle la vuelta al cartel de “Cerrado” a “Abierto”. No quiero abrir hoy, pero tengo que hacerlo. Hay una boda, una fiesta de ex-alumnos y el funeral de Yoongi en los próximos días, y soy la afortunada de hacer todos sus arreglos florales.

Fijo la orden de mi amiga en la pizarra junto al resto de las órdenes.

Tengo que tratarla como a cualquier otro cliente a pesar de que es una a la que desearía no estar despachando.

Respira profundo, me digo a mí misma cuando me pongo a trabajar en la primera orden. Hay cuarenta ramilletes de muñeca y arreglos florales para la solapa que debo hacer hoy y lo único que de verdad quiero hacer es aplastar las rosas entre las palmas de mis manos y lanzarlas por la puerta.

Las campanitas de la puerta rompen mi concentración. Hora de poner una cara feliz.  Eunji está caminando hacia mí, con vasos de café en mano. Me limpio las manos en mi delantal verde y la encuentro en el mostrador.

—Gracias —le digo justo antes de sorber el líquido caliente. El camino a mi corazón es definitivamente a través de un café con leche acaramelado.

—Sabía que lo necesitabas. Podía sentir tu deseo cuando estaba en la fila para comprarlos.

Eunji es mi trabajadora a medio tiempo y mi amiga de tiempo completo. Se mudó a Busán hace tres años para escapar de un marido abusivo y encajó inmediatamente con Lía y conmigo.

—¿Cómo lo estás sobrellevando? —pregunta. Me apeno, realmente sin querer hablar de las cosas por ahora. Necesito superar el día. Cuando la noticia se empiece a extender van a volver antiguos compañeros de clase y, tan vano como suena, quiero lucir bien. No quiero lucir como si acabara de ser dejada, porque de todos modos eso es lo que la mayoría de ellos recuerda.

𝐸𝑡𝑒𝑟𝑛𝑎𝑙 𝑙𝑜𝑣𝑒 {JJK} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora