CAPÍTULO ONCE.

235 63 18
                                    

Jungkook.

Una vez que dejo la casa de Lía decido detenerme en la tienda. Esta vez
no me importa quién puede estar observándome porque si alguna fulana en un pequeño vestido estrecho quiere seguirme, puede hacerlo. Demonios que ella puede traer a sus amigos siempre y cuando traigan alcohol. Tomo una
caja de cervezas, papas fritas y algunos dulces y los coloco amablemente en la cinta transportadora. Hay una señora mayor trabajando ahora entonces creo que estoy a salvo. Realmente dudo de que ella escuche mi música o incluso supiese quién soy en todo caso.

Contengo mi aliento, esperando que ella no pregunte por mi licencia de
conducir. Hago muy poco contacto visual con ella y le ofrezco una sonrisa estratégicamente calculada mientras pasaba por el lector electrónico mis artículos.

—¿Tu madre sabe que volviste a la ciudad?

Estudio a la cajera para ver si puedo reconocerla. Su nombre en la
etiqueta dice “Shin HaRa” y lo intento, pero no puedo recordarla, pero eso no
quiere decir que no pueda seguirle el juego.

—No, señora —respondo, tratando de ser lo más amable posible. Ella
observa los tatuajes en mis brazos, probablemente buscando uno que diga MAMÁ. Tristemente, no encontrará ninguno en mi cuerpo.

—No, supuse que ella no lo sabía.

Parece que desde que la noticia de
que estás en la ciudad estalló, las chicas de por aquí están en una especie de frenesí.

—No pretendo sacar de quicio a nadie. Solo vine a mostrar mis respetos.

—Es una pena lo que le ocurrió a Yoongi. En serio espero que Lía
pueda hacerse cargo de esos bebés.

Asiento y comienzo a desear que se apure. Realmente no tengo ganas de
conversar. Quiero beber mis penas y rendirle homenaje a mi amigo.

—Lía estará bien. — y yo me aseguraré de ello.

—Sí, supongo que con todo tu dinero de música extravagante puedas
acercarte y hacerte cargo de ella.

Tomo un respiro profundo y giro mi cuello. No perderé mi paciencia.
Cuando ella finalmente me dice el total, le doy unos veinte dólares y le pido que se quede con el cambio. Ahora ella tiene una pequeña y bonita propina de dinero de mi música extravagante.

—Dígale a mi madre que le mando saludos cuando la vea. —Tomo mis
cosas y me alejo caminando dejándola boquiabierta. Estúpida chismorrería de pueblo. Luego de hoy todos sabrán que esto aquí y que no podré irme por
otro par de días más. Le hice una promesa a Suni e intentaría mantenerla.

El camino es familiar y cuando me retiro hacia el campo dejo salir un
suspiro de alivio ya que no hay nadie allí. Asciendo por la escalera, con mi
cerveza y papas fritas en la bolsa plástica. Llego a la cima y me aferro a la barandilla, observando el campo. Nunca había apreciado la vista cuando pasaba cada noche de viernes aquí. La vista hacia el estacionamiento era lo que llamaba mi atención. Laia y sus largas piernas, siempre al descubierto porque veníamos directo del juego. Yo me cambiaba, pero ella siempre
conservaba su traje de animadora puesto. Sabía lo mucho que me gustaba.

Me siento en mí mismo lugar. Mi dedo traza el corazón con las iniciales
de Laia y mías. Lo hice luego del Baile de Bienvenida en nuestro segundo
año. Sabía que esa noche quería a esta chica en mi vida por siempre y no
estaba asustado de decírselo.

𝐸𝑡𝑒𝑟𝑛𝑎𝑙 𝑙𝑜𝑣𝑒 {JJK} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora