CASTIGO ☆Johnten☆

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══• ೋ•✧VALENTIN'S DAY✧•ೋ•═

Rosas tan rojas como la llama de una fogata, su pétalos tan bien formados como si los hubieran hecho con molde, su textura suave tal como la seda.

Ningún signo de riesgo en su tallo, ninguna espina, solo sus ojos verdes y vivaces.

La visita de unas flores tan bellas como son las rosas fue lo que los fanales de Ten Lee atraparon cuando estos se abrieron de par en par.

Una sonrisa se instaló de repente en sus belfos, llevando su mirada a la anatomía que descansaba junto de él.

La espalda marcada por una que otra señal de que sus uñas fueron impregnadas ahí.

Dejando un rastro de líneas rojas que sobresalían de la aperlada piel de quién dormía plácidamente.

Sus labios fueron a las mejillas contrarias depositando un efímero beso en estás.

Su cuerpo se levantó del mullido colchón debajo suyo, quitando la sábana que lo cubría de la desnudez.

Sus pies tocando el frío suelo de caoba mientras a pasos lentos se acercaba a las hermosas flores.

Sabía que el chico que reposaba aún en la cama se las había dado, realmente eran de sus favoritas cosas en San Valentín.

Día donde se celebra el amor, aunque bien sabían que todos los días podían celebrar su amor realmente la fecha le daba un toque especial.

Un escritura encima de un papel llamó su atención, se encontraba justo en medio de ese racismo de rosas rojas.

En la tarjeta estaba escrito con una caligrafía que distinguía a su novio, con tinta negra impregnada.

Ven a dormir conmigo: no haremos el amor, él nos lo hará; eso se leía en el trozo que sus fanales sostenían.

Sonrió al darse cuenta lo bien que lo conocía su pareja, Julio Cortázar era de sus poetas y escritores favoritos.

Sin decir algo más giro sobre sí con ayuda de sus talones para encontrar al que anterior estaba acostado y ahora se mantenía sentado.

Una sonrisa tenía su rostro, haciendo sobresalir sus dientes delanteros, una sonrisa de niño como solía llamar el amor de su vida.

Su cuerpo fue depositado en el regazo de las fuertes piernas del de cabello azabache, sus falanges fueron directo a acariciar el rostro de el menor.

Lo tocaba como si de porcelana fina se tratara, con un sumo y suave cuidado, para evitar que se rompiera.

Sus ojos estaban conectados sin apartar la mirada de los iris contrarios.

Sus pupilas estaban dilatadas, las sensaciones a flor de piel, un aura de amor puro entre esas dos anatomías que se amaban.

Se amaban como si el mañana no fuera a existir.

Las palabras que pronunció el azabache le hicieron saber a Ten que estaba con la persona correcta.

— No hay necesidad de hacer el amor, solamente estar a su lado ya es como estar en el cielo —