Capitulo 14

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Unos días más tarde, Sam entraba en la silenciosa casa de Maddie. Fue encendiendo luces a medida que iba de habitación en habitación. Quería estar de vuelta en su casa antes de que Maddie volviera del trabajo. Iba a preparar una cena especial para ella y por fin había encontrado el perfecto anillo de compromiso, un diamante talla corazón rodeado de diamantes más pequeños engarzados en platino. Lo había recogido del joyero ese mismo día y no podía esperar a ponérselo en el dedo, haciéndola suya para siempre. Mirando en torno a la acogedora estancia se podía palpar la cálida personalidad de Maddie flotando en la sala de estar y, sin duda, se podía oler su aroma en el aire.

Esta casa es Maddie.

Se paseó por la casa unos minutos, fijándose especialmente en los recuerdos y las figuras que, seguramente, Maddie había coleccionado a lo largo de los años, cosas que encontrarían su último destino en la casa de Sam.

Ha hecho de mi casa un hogar.

Maddie se había quedado con él desde el accidente, atendiendo todas sus necesidades, excepto la más urgente. Por su parte, él la deseaba con desesperación, necesitaba tanto sumergirse en su calor que estaba inquieto e irritable.

Se había recuperado del accidente. Aunque aún le quedaban algunos moratones, no le dolía nada. Lo único que necesitaba cuidados era su polla y Madeline era la única persona que podía hacerse cargo de su malestar, malestar que había decidido iba a aliviar esa misma noche, antes de que perdiera completamente su salud mental.

Una vez en el dormitorio, se guardó la agenda de Maddie y algunos pendientes que cogió del joyero. Había otros objetos personales que ella quería sacar de la casa antes de que llegaran los de la mudanza, al día siguiente, y él los había encontrado todos. La última habitación era un dormitorio que había sido convertida en una improvisada oficina-biblioteca. Cogió la novela que Maddie estaba leyendo y se disponía a salir cuando, en una de las estanterías, una larga colección de volúmenes sin título le llamó la atención. Curioso, extrajo uno de ellos y miró la portada.

Diario – 1998

Abrió el libro. Reconoció la mano de Maddie en la escritura. No sabía que Maddie tenía un diario y que lo había estado escribiendo durante años. Había al menos unos treinta diarios en la estantería. Las entradas eran esporádicas. Había meses en los que no había escrito nada y otras veces había una entrada diaria. Cuando se disponía a cerrar el librito, una entrada llamó su atención.

Hoy he perdido la virginidad. Lance y yo llevamos cinco meses saliendo y me parecía que no podía seguir ignorando su deseo más tiempo. Ojalá lo hubiera hecho. Me ha dolido. Y aunque han sido solo unos minutos, me ha parecido una eternidad. Permanecí boca arriba rezando para que se acabara pronto. En ningún momento me ha dicho que me quería. Nunca me lo ha dicho. De hecho no creo que me quiera. ¿Por qué sigo con él? ¿Estoy tan desesperada por olvidar a Sam, me siento tan increíblemente sola, que por eso no rompo la relación? Estoy tan confundida. Odio a Sam Hudson y, sin embargo, mientras deseaba que mi primera experiencia sexual terminara pronto, no dejaba de pensar que debería haber sido con Sam.

Sam apretó la mandíbula mientras leía, sus dedos aumentaron la presión sobre el papel cuando leyó la siguiente entrada, escrita dos semanas después.

He roto con Lance. No podía más. Como es tan guapo, tan rico y tan popular en la facultad, algunas piensan que estoy loca, pero no me importa. Lo único que sé es que ya no puedo soportar más que me toque. Tengo que estar completamente bebida para tener relaciones sexuales con él. No me gusta hacerlo. No es agradable. Probablemente sea muy bueno para otras, por lo que mis compañeras de clase cuentan, pero no para mí. Lance me ha dicho que soy asexual, que soy esquiva y frígida. Quizás tenga razón pero, para mis adentros, no puedo evitar pensar que es que él no es el hombre para mí. De todos modos, el sexo se ha acabado para mí. Hasta que encuentre al hombre que me haga sentir de la forma que Sam me hacía sentir, paso de sexo. De momento, me hace sentir sola y sin esperanzas. Mucho peor que estar, de hecho, sola.

La Obsesion Del MultimillonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora