Capitulo 2

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¡Se acabó! Esto es ridículo.

Sam Hudson se metió el teléfono móvil en el bolsillo de su Armani gris y pisó el freno de su Bugatti, dándole al pedal con tanta fuerza que las llantas rechinaron en protesta. En medio de una vía secundaria de Tampa, cambió de sentido donde estaba prohibido hacerlo. Apretando los dientes,pisó el acelerador y voló en dirección opuesta a su mansión frente al mar.

¿Qué coño está haciendo? ¿Intentado matarse?

Lo cierto es que la Dra. Maddie Reynolds estaba a punto de matarlo a él. Estaba otra vez en su clínica de beneficencia. De noche. En un área deprimida de Tampa. Había estado allí cada noche delas dos últimas semanas, siendo él puntualmente informado por los de seguridad cada día que ella se quedaba hasta tarde. Durante catorce largas noches, él se había quedado en casa esperando la llamada de los de seguridad diciéndole cuándo salía Maddie del edificio. Todos los días era después de las once. Hoy era el decimoquinto día y ya era medianoche. Y Maddie aún no había salido de la clínica.

Cada noche había estado viendo a pacientes, voluntariamente, después de que terminaba su trabajo en el hospital. Obviamente, se quedaba tarde haciendo el papeleo y examinando casos después de cerrar la consulta, alrededor de las nueve. Cuando tenía varios días libres consecutivos los pasaba en la clínica. Todo el día. Y también parte de la noche. No había forma de que continuara ese horario y no cayera muerta de cansancio.

Golpeando con frustración el volante con la palma de la mano, Sam estaba decidido a averiguar qué coño estaba pasando. Maddie siempre había trabajado como una mula, echando horas en su clínica en sus días libres, pero no de esta manera, no noche tras noche. Tenía servicio de seguridad porque Simon, el hermano de Sam, lo había dispuesto después de que a su prometida, Kara, casi la matan de un disparo durante un robo en la clínica, pero aún así no era un lugar seguro y la cantidad de horas que ponía Maddie era ridícula. ¿Dormía alguna vez? ¿Comía?

Sam no había visto a Maddie desde su encuentro con ella en la clínica, hacía casi un mes, un breve interludio que le estaba costando trabajo olvidar. No necesitaba más que pensar en aquel beso,oler su perfume en el suéter que él llevaba aquella noche, una prenda que, por alguna extraña razón,aún no había echado a la ropa sucia, para tener una erección.

¡Mierda! Me está volviendo loco.

Con el ceño fruncido, dio un volantazo a la derecha y aceleró, el corazón agitado solo de pensar que vería a Maddie otra vez y preguntándose qué habría hecho con las flores que le mandó el día de San Valentín. Una vez, hacía años, sólo había podido comprarle una simple rosa. Ahora, por fin le había dado las docenas de rosas que merecía. De acuerdo, fue una forma lamentable de disculparse por lo que había pasado hacía años, pero nunca había sido especialmente bueno con las disculpas. Él era Sam Hudson, multimillonario y co-propietario de Hudson Corporation. No se había disculpado por nada desde ...bueno...nunca, excepto por su borrachera en el cumpleaños de Simon el año pasado. Vale, quizás se había disculpado antes, pero no desde que era un niño y su madre lo agarraba de las orejas y lo obligaba a admitir su mal comportamiento.

Había hecho el propósito de no hacer nada de lo que pudiera arrepentirse, excluyendo el incidente con Maddie, años atrás, y el más reciente con Kara. Pero aún hoy no estaba enteramente arrepentido de lo que le había hecho a Maddie, sólo lamentaba el dolor que sus actos le habían causado. Realmente, su única disculpa en años había sido para Kara y su hermano por su conducta en el cumpleaños de Simon. Estaba borracho, deprimido, pero nada justificaba su bochornosa actitud. Por suerte, Simon y Kara lo habían perdonado, dejándolo todo en el pasado.

Hice daño a Maddie, alguien a quien no hubiera querido herir nunca.

Pero lo hizo. Y eso sí que lo lamentaba.

La Obsesion Del MultimillonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora