Capitulo 12

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Dos noches después, Maddie estaba sentada bebiendo champán en uno de los salones más elegantes de la ciudad, intentando desesperadamente no parecer aburrida. Lo único que mantenía su mente despierta era ver a Sam en su elemento, encantador y urbanita, afable y sexy y enteramente deseable.

Escondiendo la sonrisa detrás de una elegante copa de tulipán, lo miraba descaradamente, aún tratando de digerir que él la quisiera de verdad, la necesitase. Había tenido la oportunidad de saber que Sam podía llevar un esmoquin con estilo, pero no le pasó inadvertido el hecho de que se encontraba perfectamente cómodo en un ambiente elegante, una ostentosa función de caridad a la que le había pedido que lo acompañara.

Con un vestido negro corto de rigor y con tacones altos, Maddie se sentía inadecuadamente vestida para la ocasión, como pez fuera del agua. Estaba muy segura de que todas y cada una de las mujeres allí llevaba un traje exclusivo de alguna casa de modas de lujo y que ninguna llevaba bisutería.

Pero Sam fue completamente sincero cuando le dijo que estaba absolutamente maravillosa. Era el único que importaba.

Suspiró cuando Sam le dirigió una encantadora sonrisa a una mujer mayor, una sonrisa coqueta y carismática que ruborizó a la pobre señora. Sin duda, Sam amaba a la mujer a cualquier edad y, por lo que parecía, todas estaban encantadas con él. Sin embargo, Maddie no estaba celosa. El hombre que estaba observando era solo una porción del hombre que ella conocía, el rostro de la Hudson Corporation, el Sam Hudson público, el elegante multimillonario.

Pero él es mucho, mucho más.

Maddie atesoraba esta información privilegiada, encantada de conocer al verdadero Sam Hudson y de que fuera un macho alfa extremadamente deseable, con un lado amable que la subyugaba hasta obligarla a aceptar que lo amaba. Siempre lo había amado. Siempre lo haría.

Para ella solo existía Sam. Esa necesaria y elemental conexión se había cimentado cuando se conocieron y Maddie no había sido nunca capaz de romper el vínculo. Aceptaba que Sam era el único hombre para ella, que solo había habido un hombre en su vida. Un pensamiento que la asustaba, pero había sido estimulante reencontrarlo, descubrir que él la había echado de menos tanto como ella lo había echado de menos a él todos esos años.

Ojalá hubiera sabido la verdad antes. Ojalá hubiera sabido cuánto sufrió en el pasado

Maddie supiró trémula, agradecida por la segunda oportunidad. ¡Lo cerca que habían estado de no volver a estar juntos! Era una mujer de ciencias, pero tenía que admitir que a veces los hados y el destino no podían negarse.

Los ojos de Sam recorrieron la habitación, buscándola. Se encontraron la mirada y la mantuvieron, una mirada de deseo que Sam reservaba solo para ella. Contuvo la respiración mientras él la miraba descarada, posesivamente, diciéndole con los ojos exactamente lo que estaba pensando.La muda conversación fluyó entre los dos. El calor, tan insoportable que Maddie necesitaba darse una ducha fría.

Se supone que iba al aseo. Querrá saber qué hago aquí, de pie, sola, observándolo

De hecho, iba camino del aseo, pero se había parado a pedir una bebida y quedó hipnotizada con la imagen de su más que deseable varón repartiendo encanto entre quienes lo rodeaban.

Dirigiéndole una sutil sonrisa, alzó su copa en dirección a él y se volvió camino de la larga escalinata que llevaba a los aseos.

–¿Necesitas compañía? –preguntó una voz grave, familiar, cercana, al oído.

Maddie se paró en el primer peldaño.

–Max –respondió, contenta de ver su cara sonriente. Incapaz de contenerse, lo abrazó cariñosamente–. Me alegro de verte.

La Obsesion Del MultimillonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora