Capitulo 5

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Sam contuvo la respiración, observando cómo la expresión de Maddie se tornaba escéptica mientras intentaba digerir lo que le había dicho. Sorpresa. Incredulidad. Terror. Emociones reflejadas en los ojos avellana de Maddie al mirarlo. No, él no lo sentía así realmente. No quiso decir nada de lo que había dicho excepto por lo de convertir la clínica en su trabajo permanente para hacer su vida más fácil. Pero luego vio esos malditos papeles y perdió los estribos.

Ningún hombre pone nada dentro de mi mujer, artificialmente o no. Si quiere un hijo yo le daré uno, o moriré feliz intentándolo.

Un súbito deseo de poseerla, un deseo desenfrenado, lo invadió, apretó los puños, necesitaba poseer a la mujer que estaba delante de él, una mujer a la que había deseado siempre, al parecer.

Cuando decidió dejarla lo hizo porque pensó que sería lo mejor para ella. Se acabó. No lo iba a hacer otra vez. Evidentemente, ella no era feliz, algún tipo la había tratado como la misma mierda y no tenía la familia que siempre había querido. Estaba sola...o había estado sola. Ahora, Sam, estaba decidido a quedarse con ella. Para siempre. Aunque lo odiara, él la trataría mejor que cualquier otro hombre; satisfaría todas sus necesidades hasta que le suplicara piedad.

¡Que a ella no le gusta el sexo! ¡Y una mierda! Simplemente no había encontrado un hombre que quisiera complacerla. Maddie era la pólvora que él quería hacer explotar. Quería hacer un espectáculo de fuegos artificiales con ella, un orgasmo tras otro, hasta que le rogara parar, su cuerpo sin fuerzas y saciado.

Sam no vio la palma de la mano que se acercaba a su rostro, sus fantasías y deseos tan intensos que se perdió en ellos. El golpe fue lo suficientemente fuerte como para volverle la cara y lo suficientemente sonoro como para que se oyera su eco en la cocina.

–¿Cómo puedes? ¿Cómo puedes jugar conmigo de esta manera? Hijo de puta, ¿qué te he hecho para merecer esto? –Maddie siseó como una gata, con rabia en los ojos, llenos de lágrimas–. No quiero seguirte tu ridículo juego, Hudson.

Sam la agarró por la muñeca cuando ella estaba a punto de darle otra bofetada. Le apretó la muñeca lo suficientemente como para inmovilizarla, pero no tanto como para hacerle daño.

–No. Probablemente mereciera esa bofetada por haberte hecho daño en el pasado. Pero no voy a aceptar otra por pedirte que te cases conmigo y darte todo lo que deseas.

–Tú eres un maldito embustero. No quieres casarte conmigo, ni siquiera quieres financiar la clínica. Esto es un chiste cruel, retorcido...Y no entiendo por qué.

Se le saltaron las lágrimas. En sus ojos había dolor y confusión.

–Maldita sea, Maddie.

La sostuvo en sus brazos. Ella pataleó y se retorció hasta que él la rodeó con los brazos, inmovilizándola.

–No es ningún puto juego. No soy una persona retorcida. No tanto.

Un poco sí, pero no en esto, no con ella.

Furioso, echando humo, la llevó en brazos al salón. La dejó caer sobre un espacioso sofá de piel, se echó encima de ella, sujetándole las muñecas, conteniendo sus manos agitadas por encima de la cabeza.

Respirando intensamente, Sam la miró a la cara, sosteniendo su propio peso con las piernas, lejos de su pequeño armazón. Los ojos de Maddie vertían lágrimas, un caudal que no parecía tener fin. ¡Mierda!

–Por favor, Maddie, no llores.

No podía soportar que llorase. Ya había tenido suficientes desengaños y dolor en su vida. Sabiendo que él era la causa de sus lágrimas, no importaba si intencionalmente o no, lo mataba.

La Obsesion Del MultimillonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora