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Zayn terminó de introducir el último tornillo y colgó la barra de cortinas encima de la ventana. Retrocedió un paso y la miró con aire crítico. Estaba un poco torcida, pero, cuando Liam hiciera lo que quiera que pensara hacer con ella, no se
notaría. Sujetó el taladrador como si fuera una pistola y sonrió.

—Estoy hecho todo un manitas.

En la última semana, Liam se había convertido en una persona obsesionada, que pasaba los días de compras y las tardes convirtiendo la casa en un hogar cálido y acogedor. Había renunciado al rosa e introducido colores que reflejaban su amor por el aire libre. A Zayn le gustaba la nueva decoración, sencilla y cómoda. Había añadido cojines suaves a los sofás de cuero de la sala, comprado lámparas y sustituido la pequeña mesa cuadrada de él por una mesa de comedor gigantesca.

Pero lo mejor de todo eran las noches. De algún modo, tenía que eliminar toda la
tensión que acumulaba durante el día, y lo hacía en la cama con el castaño, atrapados los dos en un río de pasión tal, que cada vez se volvía más desinhibido. Sin embargo, Liam no había eliminado todavía todas sus reservas. Todas las noches empezaban en camas separadas hasta que uno u otro cedía y se presentaba en silencio en el cuarto del otro. A veces dormían en la cama de Zayn y a veces en la de Liam, pero, para satisfacción de Zayn, Liam despertaba siempre en sus brazos.

Miró su reloj, dejó el taladrador en la mesa y se acercó a la puerta. Liam seguía
donde lo había dejado una hora atrás, trabajando en el pequeño jardín entre la
acera y la casa. Bajó los escalones y se acuclilló a su lado.

—¿Qué vas a plantar? -preguntó.

—Bulbos de invierno para animar un poco el día de Acción de Gracias —repuso el castaño—. Y también voy a plantar ya jacintos, que florecerán en primavera.

Zayn miró un momento los bulbos. Iba a plantar flores para la primavera, aunque
no sabía si entonces estaría allí. Le hubiera gustado tomar eso como una señal esperanzadora, pero sabía que no debía hacerse ilusiones. Los sentimientos de Liam parecían cambiar dependiendo de que saliera el sol o se pusiera. Durante el día, apenas reconocía que fueran amantes y Zayn sentía la necesidad casi patológica de tocarlo y besarlo. Tenían pasión, pero quería algo más. Quería saber que los sentimientos que crecían en su interior tenían reciprocidad también en Liam.

—Empieza a hacer frío—dijo—. He encendido la chimenea. ¿Por qué no entras a calentarte mientras preparo la cena? —le levantó y le tendió la mano.

Liam se dejó levantar y recogió los útiles de jardinería, que Zayn se apresuró a
quitarle de las manos.
—Tengo que recoger las copas de vino y pasar por la tienda a encargar el pavo—
dijo Liam—. Y necesito repasar las recetas para hacer la lista de la compra y...

Zayn lo abrazó con un gemido y detuvo sus palabras con un beso. —¿Por qué haces esto? —preguntó cuando se apartó.

—¿Besarte?

—No, todo este trabajo.

—Quiero que el día de Acción de Gracias resulte agradable —repuso Liam—. Si vas a hacer algo, es mejor hacerlo bien —sonrió—.¡Vaya! Me estoy convirtiendo en mi
madre, ¿verdad?

Zayn cerró los ojos y le besó la frente.
—En absoluto —repuso—. Y a mí no tienes que probarme nada, sé lo que sientes. Si
no fuera por nuestro acuerdo, pasarías ese día en otra parte —le acarició la mejilla—. ¿Recuerdas las cenas que me preparabas en la universidad? Siempre me encantaba ir a tu apartamento.

—Porque nunca tenías comida en el tuyo -contestó Liam—. Si no te daba yo de
comer, ¿quién iba a hacerlo?

—No siempre iba por la comida. Tu apartamento era muy cálido y acogedor y allí me sentía cómodo —le tomó la mano y entrelazó sus dedos con los del castaño—.
Aunque la comida era buena, casi siempre iba porque quería estar contigo.

Legalmente suyo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora