II

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La vida no fue muy simpática conmigo, fue dura sin pasarse de cruel en mi infancia. O eso es lo que mis memorias me habían dicho por todos estos años, digamos que desde mis cinco hasta la actual edad que tenía, había algunas memorias que no son reales o no podía recuperar. Por razones lógicas.

Ahora. Lo que se mostraba a mí era el color blanco, parecía su color favorito, casi siempre este color fue presencia en mis sueños desde que estaba él; la escena se aclárese y un extraño ruido blanco que lo acompañaba también, me veo a una temprana edad menor de diez.

Sentado a los pies de la cama me veo llorando por un golpe de mi padre, una mala nota era equivalente a un golpe suyo, eran las únicas veces que su mano tocaba mi cuerpo, los castigos por algo más no iban más allá de un fuerte regaño, sin embargo, las calificaciones eran primordial en la familia, buenas notas significaban una buena vida, digamos que su ecuación no salió tan bien en mi vida.

Los deseos de querer huir de casa con pensamientos absurdos eran abundantes en mi joven mente; quería huir de todo maltrato cruel que me impusieran los adultos que no entendían mis acciones. Desde esa edad empecé con fantasías donde mi mundo comenzaría a formarse. De a poco las ganas de llorar se iban, aunque la imagen de un mundo no real fue quien se quedó, entre susurros mis labios dejaron escapar unas palabras.

—Desearía vivir en un lugar sin padres ni escuela —pronuncié sintiendo la pesadez en mi cuerpo y los mocos saliendo.

A los pocos segundos el escenario cambió repentinamente a un color negro y mi imagen infantil se veía sin rostro, una extraña estática se oyó y poco a poco su cuerpo se volvió blanco, pero esta se distorsionaba; oí gritos y corrí, cerré los ojos tan fuertes, pero al abrirlos no había despertado.

Él no quería que lo hiciera. Todo blanco de nuevo.

Sueños Corruptos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora