"Las serpientes son seres sumamente interesantes. Suelen ser tímidas en el interior, pero solo basta con acercarte para que se vuelvan letales." . . .
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—¡¡Slytherin!! —gritó aquel viejo sombrero parlanchín tan solo rozar mi cabeza.
La primera mesa a mi derecha aplaudió vagamente, el color verde era lo que resaltaba de sus túnicas, supongo que una mestiza no es bien recibida en esta casa, después de todo mi primer apellido no es conocido en el mundo mágico.
Baje del taburete aparentemente tranquila, tratando de ignorar las miradas curiosas que me daban los estudiantes con cada paso que daba. Me senté en los lugares vacíos cerca de los alumnos mayores y sin darme cuenta termine sentada con aquellas lindas chicas del tren.
—Bienvenida a Slytherin —canturreo un joven de cabello platinado—. Debes estar orgullosa, no cualquiera queda aquí —Hizo una pausa mostrando una sonrisa arrogante en sus labios—, después de todo es la mejor casa.
—¡¡Ravenclaw!! —Se volvió a escuchar al sombrero de cara arrugada, mientras aplaudía la casa antes mencionada.
—Soy Malfoy, Lucius Malfoy. —Extendió la mano esperando a que correspondiera, un poco dudosa me incliné hacia delante para estrecharla. Me dio la impresión de que aquel rubio estaba muy orgulloso de su apellido.
—Serena Snape, aunque me gusta más mi segundo apellido Prince, es un placer, Lucius —La chica a su lado frunció notablemente el ceño ¿Cómo era su nombre? ¿Narsa? ¿Narisa? No ese no era... ¡Ah! ¡Narcissa! Como aquella mitología.
—Este es Bartemius, pero prefiere Barty. —dijo Malfoy.
—¿Qué puedo decir? Bartemius se escucha para un viejo, como mi padre, a él si le queda. —Reí por lo bajo, tenía una forma de expresarse divertida.
—Y estos son Evan Rosier — Señalo a su lado izquierdo— y Rodolphus Lestrange —El chico estaba al lado de Rosier. Asintieron a su mención, sin embargo no hicieron ningún gesto de querer estrechar las manos, así que me quedé inmóvil en el asiento.
—Un placer, Rosier, Lestrange. —salude con un gesto de cabeza, se veían que no les gustaba mucho el contacto físico y lo se de primera mano por "esa" persona, que hacia lo imposible para mantener tres metros de distancia de nosotros, aunque, eso no le importaba tanto cuando nos golpeaba, es mejor guardar distancia para no hacerlos sentir incómodos.
—¿Sucede algo? —pregunte por la mirada que me estaban dando, Barty sonrió de oreja a oreja, estaba confundida—. ¿Acaso dije algo malo?
