004 ━ esperanza.

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Enzo me entendía mejor que nadie.

O era eso lo que yo quería creer desde que comenzamos a forjar este tipo de relación, nunca le eche la culpa de nada porque fui yo misma quien se empezó a involucrar con él, al principio eran unas salidas como cualquier persona de mi edad, íbamos a bailar, tomábamos y la pasábamos genial. Pero los problemas de ambos se intensificaban y cuando el alcohol no era suficiente acudiamos a las drogas, en tantas de esas salidas fumabamos un poco, nos poníamos empedo, cuando no había plata nos mandábamos a jodas de gente que Enzo conocía o no.

Me acuerdo de tantas jodas que tuvimos en un lapso de 3 años, hay una que Enzo y yo le decíamos la memorable, ahora que lo pienso mejor, esa situación de memorable no tenía nada y si la podía borrar de mi cabeza mejor. Pasó en la casa de alguien que Enzo ni yo conocíamos, estábamos pero tan alcoholizados que apenas podía mantenerme de pie, recuerdo que tenía muchas ganas de ir al baño, él vino conmigo y se apoyó contra el lavamanos mientras yo hacía lo mío, de un momento a otro escuchamos un ruido fuerte de algo cayendose, era el lavamanos que se encontraba roto en el piso, a los dos se nos fue el alcohol de la sangre y recobramos la compostura. 

― ¡La puta madre vamos! ―gritó Enzo desesperado, se llegaban a enterar que rompimos la pileta del baño nos cagaban a palos.

Me agarró del brazo y me empujó por toda la casa hasta encontrar la salida, pero la cosa no había terminado ahí, al salir al patio de la casa de adelante nos encontramos con una multitud que aparentemente se estaban peleando con otro grupo de gente, nunca me enteré bien que fue lo que pasó pero de la nada empezaron a volar botellas y unos tipos armados perseguían a quienes tiraban las botellas, nosotros entre ellos corriendo buscando refugio, recuerdo como se me torció el tobillo tratando de correr con zapatos y como un botellazo cayó sobre mí, partiendome parte del cuello y la clavícula.

Todo se volvió oscuro y desperté en el hospital. Sola, no me encontraba con nadie. Fue en ese momento que entendí que si te peleas con la vida te haces amigo de la muerte. Me costó un par de golpes darme cuenta pero al fin y al cabo logré ver lo mal que la estaba pasando, pero para llegar a ese momento todavía faltaba mucho.

Vamos a remontarnos al 4 de enero, donde lamentablemente después de mucho tiempo sin ir al cementerio, finalmente había logrado pisar ese lugar horrible con el que estaba enojada. Me molestaba ir, me molestaba comprar flores y odiaba con toda mi alma ver a las personas de mi edad con sus madres, ellos las tenían consigo y yo... yo tenía que venir a verla bajo tierra.

― Hola mamá, volví ―solté una risa incómoda, en cierto punto me sentía culpable de no ir con tanta frecuencia― Conocí a alguien, se llama Enzo, no se si te hubiera gustado conocerlo, dirías como que es una mala influencia para mí, pero él me entiende y me acompaña. No paso mucho este último año, terminé el colegio y debería anotarme en la facultad pero meh, no veo un futuro para mí. Todo el mundo me dice que voy a estar bien, yo les respondo que está todo bien porque sé que les da igual.

Odiaba esa idea de que me pregunten por compromiso un "¿como estás?" jamás entendí porqué la gente hacia eso, quizás solo querían sentir que cumplieron y no quedarse con la culpa encima. Me rompía las pelotas mis familiares y cualquier persona de mi entorno, lo detestaba.

― Sigo sin entender cómo fue que pasó lo que pasó ―miré al cielo, ese cielo grisáceo de siempre, horrible― Tengo a todo el mundo rompiendome las pelotas, no los soporto ¿sabes? Ojalá estuvieras acá, los mandarías a todos a cagar, má.

Recuerdo haber odiado a todo el mundo, cada mínima cosa me molestaba, no importa si fue indirectamente hacia mí, no quería ver a nadie, no queria hablar con nadie, si coordinabamos con Enzo era solo para que me hiciera compañía en silencio y él se quedaba conmigo.

ANDROMEDA ━ emiliano "dibu" martinezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora