005 ━ un café con lágrimas.

248 32 8
                                    

Nunca me imaginé compartiendo una merienda con el hombre del cementerio, de todas las cosas extrañas que hice en el año creo que esa fue la más rara de todas pero no en el sentido malo, si te pones a pensar ¿Que carajo hacía con alguien que no conocía tomándome con cafe? en mi mente repetía que no iba a pasar nada malo, antes ya nos habíamos cruzado y no me hizo nada, siempre me trató bien, nunca se desubicó conmigo, entonces no me sentía tan perseguida después de todo.

Él se pidió un café y yo un jugo de naranja, sentía sus ojos puestos en mí y en su rostro una cálida sonrisa, como si se alegraba de verme ahí con él. No dije nada, no tiré ningún chiste para aligerar el ambiente, tenía una sensación extraña en el pecho, no por la situación más bien fue por el lugar.

― ¿Estás segura de querer ese jugo? Te puedo pedir un café ―sugirió mi compañero de té.

― Eh no te pre-

― ¿O no te dejan tomar café? ―interrumpió haciéndose el gracioso, entrecerré los ojos lista para replicar.

― ¿Y a vos no te hace mal la cafeína, abuelito?

La siguiente secuencia fue de esta manera, Emiliano cagandose de risa porque le dije abuelito, él contagiandome la risa por ende empecé a reír junto a él, los demás eran pequeños detalles pero al fin y al cabo detalles que no podía pasar por altos, como las arruguitas en los ojos de Emiliano que se formaban a medida que sonreía con los ojos, también como sus largos dedos toqueteaban la taza de café, no sabía si lo hacía por nervios o qué pero me pareció tierno que lo hiciera, a veces sin darse cuenta cambiaba el tono de voz, se volvía más dulce, más tímido, fue en ese momento que Emiliano dejó de ser un extraño para mí y pasó a convertirse alguien a quien yo quería verlo frecuentemente, no una vez por año como veníamos haciéndolo sin querer.

Por primera vez en mucho tiempo me sentía cómoda con alguien que no fuera de mi entorno.

― Dale tampoco soy tan viejo ―se defendió con cara de ofendido, yo levanté las cejas haciéndole entender que no iba a darle una respuesta otorgandole a sacar sus propias conclusiones.

― Mejor no digo nada ―exclamé, jodiendolo una vez más, verle la cara de confusión a Emiliano por las cosas que decía no tenía precio.

― Sos más macanuda.

― Ah porque vos no ―dije agarrando el vaso de jugo exprimido, le presté atención a la vestimenta que tenía, por alguna razón me había llamado la atención esa cadena de oro que le colgaba en el cuello y a todo esto me surgió una duda que no supe saber callarme― ¿A qué te dedicas, Emi?

― ¿A qué me dedico? ―reafirmó la pregunta pero respondiendose así mismo y pensando en como decirme, quizás le había sorprendido un poco la repentina pregunta― Soy arquero en un club de Europa, ponele.

― Que piola ―asentí prestandole atención― Te imaginaba de todo menos arquero.

― ¿Que te imaginabas? ―se rió.

― No sé, tenés cara de...

― Te escucho dale.

― ¡No se! Es que no pensé que jugabas al fútbol, no tenes esa onda, ya que no tenés a ningún santo tatuado en el brazo.

Emiliano se cago de risa y yo me sentía una persona realizada.

― ¿Y vos que hacías mirándome los brazos?

― ¡No te estaba mirando los brazos! ―en ese momento la piel de mi cara paso de ser normal a ser roja como un tomate, me había delatado sola y yo no quería darle esa impresión, de que era una pendeja mirona, empecé a reírme más por nervios que otra cosa y Emiliano se percató de aquello porque no volvió a hacer chistes con eso.

ANDROMEDA ━ emiliano "dibu" martinezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora