La loca esa era simple.
No le importaba nada, te lo juro.
Nunca conocí a nadie como ella. Así de libre a pesar de tener mil sogas atandola a una misma piedra horrenda. Ella no lo era.
La loca esa hacía lo que sea con tal de alargar la cuerda. Corría al rededor de la piedra, la saltaba, la golpeaba, la abrazaba.
La loca esa ni se peinaba. No le importaba. Podías decirle lo que sea. Romperle el corazón en mil pedazos, si querías. Ella iba a agarrar la cuerda e iba a juntar cada pieza. Llenaba los agujeritos que le quedaban con un par de lágrimas, un poquito de tierra mojada, lo que carajos encontrara.
No sé quedaba quieta nunca. Algo siempre se le movía. La pierna, la mano, el culo, la cintura, no le importaba. Bailaba todo el tiempo, hasta con canciones estúpidas. No te equivoques, no era buena haciéndolo. Pero no le importaba.Ya estaba lo suficientemente atada a su piedra y a sus penas como para atar también sus extremidades,y no bailar.