Leí hace algún tiempo que los celos eran inseguridad.
También leí que eran ramificaciones de miedo.
En un podcast dijeron que era incertidumbre, conjunta con miedo de no pertenencia, de inseguridad por insuficiencia.
No sé qué sea exactamente esto que siento, pero sé que se resume en la palabra "celos".
Sé a ciencia exacta por hipótesis y experimentación que al verte con alguien más se me estruja el corazón. Se que respirar se complica, y la cabeza se agita. Sé que no pienso en el momento, y en la noche es ese mismo pensamiento de recuerdo lo que se junta con la ilusión e imaginación, que no me deja dormir de tanto pensar.
Sé que sufro por verte con alguien más, porque te quiero tocar, pero antes de hacerlo amordazo mis manos en mi espalda, de forma imaginaria, porque aún guardo cordura que perdura y es más fuerte que mi deseo de gritarte en la cara "Me traicionaste".
Vas a estar con esa a la que miras, y yo no lo voy a poder parar, aunque te grite de frente mi inseguridad. Mi celo. Mi lealtad que aún evitas mirar.
Voy a callar y voy a centrarme en alguien más, que veo a diario, atrapado en un espejo de metal.
Voy a centrarme en aquella que amordaza todas sus extremidades, por lealtad a si misma. Por amor. Por cordura.
No sé que es esto que siento, aunque sospecho que su nombre se resume a "Celo". No lo quiero. Lo siento pero no lo quiero. Y como no lo quiero evito oírlo, hacerle caso a lo que su impulso demanda. Ahora mismo la mitad de mi cordura desea que la que te mande sea otra, y no yo, que siento y te evito, porque en algún momento el miedo tiene que desaparecer. En algún momento cerrar los ojos y contar hasta diez tiene que hacerse ver. El miedo desaparece, la inseguridad se trabaja, y el celo que se resguarda disminuye hasta volverse casi imperceptible. Amordazar mis extremidades y callar mi voz es lo mejor que me queda hoy.
Así que sí, si la querés tanto andate con ella. Los celos desaparecen, las traiciones no.