07. Capítulo Final: X&Y

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—No deberías estar aquí.— susurró Aemond al pequeño castaño que intentaba subirse a su cama mientras cargaba una bandeja con un pastel, platos, tenedores y un pequeño cuchillo.

—Debes aburrirte aquí solo, ¡Además traje pastel de limón, sé que es tu favorito!— le dijo orgulloso.

—No es cierto, es el tuyo y seguramente querías una excusa para comerlo sin que te regañen.— Aemond se acomodó mejor en su lugar para sentarse recargado en la cabecera mientras veía a su sobrino de seis años acomodar los platitos en la charola mientras balanceaba sus piernas. —¿Por qué viniste si sabes que no deberías?.

Lucerys apartó la mirada de lo que hacía y le dio una enorme sonrisa con un pequeño hueco sin un diente a su tío. —Me aburro sin ti, las chicas siempre están queriendo que me ponga sus vestidos y me llenan la cara y el cabello de cosas raras, Jace está con Aegon y no puedo alcanzarlos cuando corren mientras que Daeron pasa tooodo el día jugando con Joff y aunque me gusta unirme a ellos la verdad no me gusta que mi hermanito se suba todo el día sobre mi, ¡Cuando me ve llora porque lo tome y es pesado, mis piernas y brazos se cansan, solo quiero un respiro!.

—... Tú eres el único con el que puedo leer o explorar, me escondes de las niñas y de Joff, ¡Me gusta mucho pasar el rato contigo tío Aemond!.— finalizó el castaño, tomando el pequeño cuchillo de plata y sacudiéndolo en su mano.

Antes de que el rubio lograra decir algo su madre entró con un fuerte portazo, mirando entre su hijo que la veía nervioso y el niño castaño con un objeto afilado cerca del herido Aemond. La ira bulló en su interior, sabía que el hijo de Rhaenyra no estaba intentando nada y podía ver el pastel que probablemente intentaba cortar pero verlo ahí, tan cercano a su hijo, con esos grandes ojos verdes Velaryon y cabello oscuro rizado tan diferente a Rhaenyra pero con las mismas facciones dulces y regordetas que ella tenía en su infancia, la hizo sacar lo más feo de si.

Se acercó hecha una furia para tomar el pequeño brazo del niño y tirar de él hasta que Lucerys quedó parado en el suelo, con la bandeja y su contenido estrellándose en el piso.

—¿¡Qué se supone que haces aquí con algo así en tus manos cuando mi hijo está tan lastimado!?— bramó apretando el delgado antebrazo hasta que el castaño soltó el pequeño cuchillo con una mueca de dolor y los ojos llenos de lágrimas.

—¡Yo no...!

—¡Mamá basta, lo estás lastimando!— pidió su hijo con desespero. —¡Yo lo dejé entrar, solo me trajo algo de pastel!, ¡Castígame a mi!

—¡No, Aemond!, ¡Él ha desobedeciendo la orden de la Reina, es un Principe, debe aprender a comportarse como tal!— sentenció.

Alicent arrastró a Lucerys fuera de la habitación, ordenando a una sirvienta que se encontró en el pasillo limpiar el desorden. Condujo al pequeño hasta la biblioteca, dónde le ordenó llenar varias hojas de papel con un "No debo desobeder a la Reina" mientras el niño seguía llorando. Varios minutos después entró Rhaenyra con Laenor a su espalda, ambos claramente exaltados viendo cómo su hijo lloraba y escribía con las manos temblorosas por sus hipidos.

—¿¡Qué significa esto!?, ¿¡Quién le ha dado la autoridad para impartir castigos a mi hijo!?— espetó colérico el moreno, mientras su esposa lo retenía para evitar que su enojo lo hiciera cometer algún movimiento en contra de la Reina Consorte.

—¿¡Autoridad!?, ¡Yo soy la Reina!— exclamó Alicent apretando las faldas de su vestido con ambas manos.

—Me temo que eso no le da el poder para impartir justicia contra un hijo de la Heredera, Reina Consorte.— le dijo Rhaneyra intentando mantener su enojo a raya. —¿Puedo saber la razón de su molestia con Lucerys?

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