La obediencia

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Hace ya dos meses que Elias vivía con Tobias y Tyson. Ambos felinos estaban muy felices de que el pequeño lobo se estuviera adaptando bien a su nueva familia.

Elias era un niño muy bueno y amable, siempre atento para ayudar a alguno cuando realizaban algo. Muy silencioso también, algo que esperaban que cambiase con el tiempo.

Tobias juaraba haberlo escuchado reír solo ocho veces en este tiempo. Tyson decía que, cuando se sintiese más a gusto, haría todos los ruidos que hacen los cachorros normalmente. Aveces dudaba un poco pero lo decía para tranquilizar a su esposo.

Los doce años de abandono y soledad que vivió Elias no eran para menos, sumandole el rechazo de los demas cachorros del centro y de los otros padres adoptivos. Ambos sabían que la actitud del lobito era producto de eso, pero también sabían que, con todo el amor que le querían entregar, lo volverían un cachorro feliz.

Algo que también notaron era que a Elias, por muy amable que fuera, le costaba un poco obedecer. Aveces tardaba en hacer lo que le decían o, simplemente, hacia como que no los escuchaba. Ellos lo atribuían a que, como eran personas nuevas en su vida, no estaban en un puesto que amerite que él los obedezca, por lo que Elias solo hacia lo que quería. Nunca nada malo, pero nunca obedeciendo lo que le pedían.

La independencia de Elias estaba bien, para ciertas cosas, que no quisiera depender de ellos era otra. Era como ser unos individuos más en su vida, más no sus padres. Y eso empezaba a irritar a Tobias.

- Esto se nos está yendo de las manos, Tyson. - Dijo Tobias, dejándose caer sobre el sillón, cerrando los ojos y apretandose la sien con una mano. - Le eh dicho que deje ese libro y se duche para la cena, ya siete veces. Es como si estuviese hablando con las paredes desde hace dos horas. -

Tyson sonrió mientras le acariciaba su brazo libre. Tobias era impaciente, pero con Elias era el leopardo más bueno y tranquilo del mundo, si estaba así era porque de verdad se le estaba agotando la cuerda. - Tranquilo, Toby... Solo debe estar muy metido en ese libro, tal vez cuando termine el capítulos lo dejara y se duchara. -

- Ya se a leído tres capítulos desde el primer "duchate" que le dije. - Recalca Tobias. - Me esta ignorando en toda regla, Tyson. No puedes defenderlo. -

Tyson ríe nervioso, sabía que Elias se estaba ganando un regaño, incluso un castigo. Su padre no hubiera esperado al segundo llamado. Si le dijese "duchate" y él no se movía de su lugar por los próximos 10 segundos, ya estaría teniendo una charla con su mano, o con el cepillo si es que llegaba a rezongar.

Tobias se había criado de la misma forma, a base de nalgadas como motivación para obedecer. La diferencia entre él y Tobias era que él es más permisivo, Tobias es de los o haces esto o lo hace igual, punto. Por eso Tyson estaba muy enternecido con él, por contenerce para no asustar al cachorro.

- Voy a hablar con él, tal vez pueda convencerlo, ya veras. - Dijo levantandoce, dejando un besito sobre uno de los ojos de Tobias, para ir al cuarto de su hijo.

- Ni convencer, ni nada. Lo quiero duchado para la cena Tyson. Si no lo hace por su cuenta, lo hará por la mía. Que nos vea la cara de tontos también nos hace malos padres. - Le gruñe mientras lo ve irse.

- Lo se, Querido. -

Ninguno quería llegar a ese extremo, pero dejar que Elias hiciese lo que quería también estaba mal, había que corregirlo.

Tyson se asomó por la puerta abierta del cuarto. Su cachorro estaba sentado en el sillón, con las piernas crusadas, apoyando en ellas el dichoso libro. Su esponjosa colita blanca daba pequeños movimientos, como meneando lentamente. Se veía tan concentrado, le recordaba a Tobias, él no se sentaba así para leer pero esa mirada si la conocía bien. Su cachorro se parecía tanto a su padre.

Familia Fretchman ClawingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora