Capítulo 9

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Después de hablar con el propietario del casino, Jungkook soltó una palabrota. No porque el problema fuera difícil de resolver, sino por el insatisfecho deseo que lo volvía loco.

No podía creer que hubiera estado a punto de hacer el amor con Jimin en el jardín, con la tosquedad de un adolescente. Él nunca había perdido el control de ese modo no, él siempre se había tomado su tiempo para seducir a alguien. Minwoo no lo hubiese querido de otra forma y siempre había pasado al menos una hora excitándolo, acariciándolo, antes de llevar las cosas a su natural conclusión.

Pero con Jimin no había habido música, ni velas, ni ambiente romántico. Había estado dispuesto a perderse en él sin juegos previos. Jungkook no conocía esa parte de sí mismo, una parte que sólo Jimin parecía despertar.

Él era un hombre que se enorgullecía de su autocontrol y que siempre pensaba bien las cosas antes de hacerlas, pero su precioso prometido, el hombre que esperaba un hijo suyo, le robaba la razón.

Era lo desconocido lo que hacía que su cuerpo respondiese de esa manera, tenía que ser eso. Lo había deseado desde el momento que lo vio y desde entonces lo tenía embrujado. Pero era imposible que la realidad estuviese a la altura de su fantasía, era imposible.

Tenía que hacerle el amor para saber de una vez por todas cómo era su deseo por él, para saber cómo sería estar dentro, para conocer sus suspiros de placer cuando lo llevase al clímax. Y cuando el misterio estuviera resuelto, esa fascinación terminaría.

No podía esperar más. Lo deseaba y estaba seguro de que también Jimin lo deseaba con la misma fuerza. Y no estaba dispuesto a que se lo negara por más tiempo.

Jimin se quitó el cloro del pelo, deseando poder lavarse las caricias de Jungkook de la misma forma. Pero no tuvo suerte. Ni siquiera el agua caliente era capaz de borrar la marca de sus besos, de sus manos.

Sin embargo, mientras se duchaba había decidido que no estaba avergonzado. Tenía derecho a sentir placer sexual si así lo deseaba, y lo deseaba. Pero se avergonzaba de que hubiera ocurrido en el jardín, donde cualquiera podría haberlos visto. Tal vez Jungkook estaba acostumbrado a esas cosas. Sí, seguramente para él sería una simple anécdota divertida. Pero no lo era para él porque no tenía experiencia y eso demostraba que Jungkook no estaba a su alcance.

Aunque le avergonzaba admitirlo, había mirado en Google para saber algo de su vida y había visto las mujeres y hombres con los que solía salir. Incluso antes de su matrimonio con el bellísimo Minwoo, parecía tener muy buen gusto eligiendo parejas. Todos ellos siendo modelos, actrices, actores o chicos y chicas de la alta sociedad; altos, delgados y guapísimos que no huían de una atracción sexual como hacía él.

Jimin se dio cuenta entonces de que estaba apretando los puños y, lentamente, abrió las manos.

Él nunca se había considerado un cobarde. Al contrario, siempre se había enorgullecido de lo valiente que era. Valiente y sensato. Lo bastante sensato como para protegerse a sí mismo y no depender de nadie. Y valiente porque había aprendido a cuidar de sí mismo y a conseguir lo que quería.

Pero no era verdad, tuvo que admitir por fin. Había cerrado esa parte de sí mismo para no tener que lidiar con las complicaciones de una relación sentimental. Se había negado la posibilidad de compartir su vida con otra persona, había aplastado su sexualidad felicitándose a sí mismo por ser tan fuerte. Pero no era su fuerza lo que lo había alejado de los hombres, era el miedo. Y reconocer eso era muy duro.

No era mucho mejor que su madre, pensó entonces. Se había alejado del mundo no por amargura como ella, sino para no acabar amargado, pero el resultado era el mismo. Su madre siempre había dicho que no se podía confiar en los hombres y él había acabado creyéndolo. Y si no tenía cuidado, eso podría envenenarlo para siempre.

Casado con un Príncipe Adapt. Kookmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora