Capítulo 1

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Ay, por favor, no te rebeles ahora.

Jimin se llevó una mano al estómago, intentando contener las náuseas que amenazaban con hacerlo vomitar si no comía una galleta salada rápidamente. Las náuseas matinales eran un asco y aún peor cuando duraban todo el día. Y peor todavía cuando uno estaba a punto de decirle a un hombre que iba a convertirse en padre.

Jimin pisó el freno y respiró profundamente, casi aliviado al descubrir que algo interrumpía su camino. La verja de hierro que separaba la mansión del resto del mundo tenía un aspecto impenetrable. Él no sabía mucho sobre aquel hombre, el padre de su hijo. En realidad, sólo sabía su nombre, pero era evidente que, al menos económicamente, no estaba a su altura.
Contuvo el aliento al ver a un sujeto con gafas de sol y aspecto de guardia de seguridad frente a la verja. ¿Jeon Jungkook era de la mafia o algo así? ¿Quién tenía guardias de seguridad en medio de ninguna parte, en el estado de Washington?

El guardia, porque tenía que serlo, salió por una puertecita lateral y se acercó al coche con expresión seria.

-¿Se ha perdido, señorito? -le preguntó. Se mostraba amable, pero Jimin notó que tenía una mano bajo la chaqueta.

-No, vengo a ver al señor Jeon y ésta es la dirección que me han dado.

-Lo siento, el señor Jeon no recibe visitas.

-Pero... yo soy Park Jimin y me está esperando. Al menos, creo que me está esperando.

El guardia sacó un móvil del bolsillo y habló con alguien en un idioma extranjero... italiano, le pareció, antes de volverse hacia ella de nuevo.

-Entre, por favor. Y aparque frente a la casa.

Las puertas de hierro forjado se abrieron y Jimin volvió a arrancar, su estómago protestando seriamente.

Él no conocía a Jeon Jungkook y no sabía si podría hacerle daño. Tal vez no lo había pensado bien al ir allí. No, eso no era verdad. Lo había pensado muy bien, desde todos los ángulos, hasta estar seguro de que debía ir a ver al padre de su hijo. Aunque le gustaría enterrar la cabeza en la arena y fingir que todo aquello no estaba pasando, esta vez no podía jugar al avestruz por mucho que quisiera hacerlo.

Aunque estaba parcialmente escondido entre los árboles, la casa era enorme y la intensidad del verde que lo rodeaba era casi irreal gracias a las lluvias de ese año. Nada nuevo para una persona nacida en el noroeste, pero ver una mansión tan impresionante en medio de la naturaleza era una experiencia extraña para él.

Por supuesto, todo en las últimas dos semanas había sido una experiencia extraña. Primero, el positivo de la prueba de embarazo y luego las revelaciones que siguieron a eso... Jimin aparcó su anciano coche frente a la casa y se dirigió al porche, esperando no vomitar. No sería precisamente la mejor manera de dar una buena impresión.

El guardia de seguridad apareció como de la nada, sujetándolo firmemente del brazo mientras lo llevaba a la puerta.

-Agradezco su ayuda, pero puedo ir solo.

Sonriendo, su escolta le soltó el brazo, aunque parecía dispuesto a agarrarlo de nuevo al menor movimiento extraño.

-¿Señorito Park?

La voz, ronca y varonil con cierto acento extranjero, hizo que su estómago diese un vuelco, pero esta vez no por culpa de las náuseas. Aquélla era una sensación que no reconocía y no era del todo desagradable.

Pero ver al hombre que había hablado incrementó la extraña sensación. Jimin lo observó mientras bajaba por la escalera, sus movimientos rápidos y masculinos. Era el hombre más guapo que había visto nunca, aunque tampoco tenía mucho tiempo para admirar a los hombres. Aquél, sin embargo, exigía admiración. Era tan masculino, tan apuesto que seguramente hombres y mujeres volverían la cabeza a su paso. Y no sólo por sus atractivas facciones y físico perfecto, sino por cierto aire de autoridad. El poder que emanaba de él resultaba cautivador.

Casado con un Príncipe Adapt. Kookmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora