Capítulo VI

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–Es la primera vez.. que lo hago así.

Fue lo último que expresó el marina antes de quedarse profundamente dormido, con todas sus energía drenadas, sin importarle el líquido pegajoso en su vientre y en sus entrañas.

Esa vez, el espectro se quedó toda la noche.

Le pareció extraño, completamente inaudito, pero se dió la libertad de abrazar a ese griego, como si fuese un enorme peluche que se ganó en algún juego. Era suyo, de su propiedad, solo de él.

A primera hora de la mañana, por única vez, antes de salir del templo, fue despedido con un beso lento y profundo.

Y un pellizco en su trasero.

Fingió molestia, y se retiró a sus tierras.

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Un reporte con poca información y mucha urgencia le fue notificado. No esperó más tiempo para corroborar de qué se trataba.

Se percató que todo estaba destruido, y que únicamente el Pilar Principal sostenía a los siete mares.

Se encaminó directamente al Pilar del Océano Atlántico Norte, y lo vió completamente destruido.

–Era un usurpador.

Alguien habló a sus espaldas. Una sirena, Sorrento de Siren.

No podía voltear, sus ojos estaban fijos en los escombros de lo que fue, en su momento, su único lugar donde experimentaba emociones, más que el vacío que lo inundaba.

No quería decir que fuera un traidor de su Dios, para nada. Pero el echo de no sentir su cosmos, no verse guiado por su señor como lo había echo en otras épocas, lo tenía sin una dirección concreta. Sentía que pendía de un hilo, y que nadie estaba ahí para él.

–Engañó a Poseidón, nos engañó a todos. Merece el castigo de los Dioses –resumió las acciones de Kanon, el ex-general marino.

–¿Sigue vivo? –preguntó Radamanthys, intentando no demostrar interés.

–Recibió el tridente de Poseidón para proteger a Atena, así que no estaría tan seguro de ello.

El silencio predominó. Su mandíbula se tensó y de sus labios no salió una palabra. Tampoco quiso escuchar más.

En el secreto encierro de sus aposentos del Meikai, se servía vaso tras vaso del brebaje que su sirviente le había llevado, "algo fuerte" es lo que pidió, y ahi estaba, rellenando estúpidamente el mismo vaso y tragarlo de sentón, haciendo muecas con el sabor amarguísimo del Scotch.

Hasta que comenzó a sentir un leve mareo que iba intensificándose. Luego, decidió sentarse al sentir las piernas débiles.

No llegó al asiento, sus rodillas golpearon fuerte el piso, y encorvado, revolviéndose los cabellos dorados, las gotas gruesas fluyeron por sus ojos, esas que no recordaba si habían brotado alguna vez de sus orbes. Exhaló un enorme grito desgarrador. Nada en ese sitio y en ningún otro, podría consolar el peso que cargaba en el pecho, en su pecho vacío.

**~**~**~* ¿Continuará? *~**~**~**

Gracias a todas las personas por interesarse y seguir esta historia.

¿Creen que debería continuarla? ¿Qué creen que podría pasar luego?

Érase una vez en AtlantisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora