Radamanthys se había escondido tras una gruesa columna; y dedujo lo que no quería. Comenzó a maquinar en su cabeza las múltiples opciones de la escena que acababa de presenciar, las cuales no eran muchas, ya que reconocía a la perfección la habitación de Dragón Marino.
Pero al fin de cuentas, ¿por qué le debía preocupar? Si Dragón Marino tenía a su disposición a todo el ejército de Poseidón, y lo utilizaba para sus favores sexuales, ¿por qué lo quería a él también? Además, ¿en qué le afecta eso? ¿Estaba celoso? ¿Quería ser el único que compartiera ese lecho?
En un acto violento e incoherente, golpeó la columna con su cabeza, tal vez así dejaría la invasión de pensamientos y preguntas sin respuesta.
Él no era una colegiala que se preocupara por esas cosas. Con la frente en alto (y el ceño fruncido) se dirigió a la habitación principal.
Quería exigir, buscaba respuestas claras a preguntas que no sabía cómo formular. Pero el objeto de su furia se hallaba plácidamente dormido, con su desnudez cubriendo la cama.
No midió el tiempo en que lo contempló.
–Malditos griegos.
Expresó al aire, rindiéndose ante los deseos que aquel escultural cuerpo despertaba en él. Sus más bajos instintos de la humanidad que le quedaba, o que despertaba.
De manera inexperta, pero con hambre, devoró el falo flácido que con cada roce recobraba su rígida postura. El dueño se había despertado hacía mucho tiempo, pero fingir que seguía dormido le pareció un experimento más entretenido.
Cuando culminó, sus manos aprisionaron la cabeza rubia, y no lo soltaron hasta que acabara completamente en aquella húmeda cavidad. Al soltarlo, el otro inmediatamente se alejó hacia atrás, tosiendo copiosamente, dejando ver algunas gotas húmedas entre sus párpados, provocadas por el esfuerzo realizado.
–Te daré lo que quieres.
Kanon, con su miembro completamente despierto, sostuvo a Radamanthys de la garganta, dificultando la acción de recuperarse. Lo volteó sobre el colchón, elevando sus caderas lo más posible mientras seguía sometiéndolo por la nuca. De un fuerte empujón lo penetró. El aullido de dolor fue ahogado entre las sábanas, las cuales fueron víctimas de los puños enrojecidos del espectro.
Las penetraciones no daban tregua ante los gritos desgarradores de Radamanthys. Éste, disfrutaba de la posición en que los testículos del marina chocaban con los de él. Ese contacto tan íntimo, le parecía lo más exquisito de esa posición.
Había aceptado que Kanon tenía visitas frecuentes. Aunque de todos, solamente Tethys tenía el valor y el poder de rechazarlo cuando quisiera. Ese era un juego peligroso, en el cual Radamanthys no quería entrometerse.
–¿Te das cuenta de cómo resuenan nuestros cosmos, sólo entre nosotros? –se entrometió.
Se atrevió a preguntar una vez estando los dos desnudos, acostados uno al lado del otro, hombro con hombro, luego de fundirse en sexo salvaje y sin tregua.
Kanon se había descargado mucho en el acto sexual, estaba agotado física y mentalmente.
Últimamente, había tenido ciertos problemas con controlar a Poseidón. Sorrento lo acosaba constantemente con sus preguntas estúpidas, las cuales buscaba evadir pero cada vez era más difícil. Le parecía que muchos estaban sospechando de sus verdaderas intenciones, y eso lo atormentaba. Ahora, el espectro lo interrogaba para no se qué cosas sin importancia.
Radamanthys, al percatarse del estado de ensoñación del otro, con calma se acercó, subiéndose a la mitad del pecho del otro, dándole un beso, suave, tardado.
Con sus ojos cerrados, ambos se entregaron al letargo del beso, como si el tiempo y el espacio no existieran.
Atrevido, Radamanthys se aventuró a dar un empujón, lo suficientemente fuerte como para hacer acostar completamente al otro y quedar encima. Disfrutando del contacto de sus labios, se aventuró a explorar, suave y despacio, la piel morena del marina.
Había algo diferente en esa ocasión, era más... personal, más íntimo. No por ello menos pasional.
Se permitieron la lentitud, la paciencia y esa calurosa conexión que se percibía en su séptimo sentido.
Por fin se separaron, ligeramente agitados y con los labios colorados. Kanon entreabrió sus ojos. Parecía un Adonis, bellísimo, con una mirada esmeralda que lo invitaba a fundirse con él. Los cabellos, desordenados sobre la almohada blanquísima, contrastando en su totalidad.
Kanon le agarró la mano, para que continuara con las caricias sobre sus costillas. Aquello lo devolvió a la realidad, lo sacó del ensimismamiento del que fue víctima. Inundó sus pulmones de oxígeno, con una profunda y sonora inhalación, para luego soltar el aire en un suspiro. Se revolvió el cabello y con decisión, comenzó a devorar el cuello del griego.
Escuchar los gemidos de Kanon le satisfizo en demasía.
Cada toque y caricia provocaba movimientos espontáneos. Su favorito era cuando arqueaba la espalda, justo en el momento en que exploró la cavidad entre los glúteos ajenos.
Los bellos se le erizaron cuando tuvo frente a él aquel falo totalmente erecto, goteando líquido preseminal. Se dedicó a degustarlo y a percibir los temblores que sus acciones provocaban en Kanon.
El pene circundado, daba topones ante la entrada deseada, como pidiendo permiso, más bien, anunciando su intromisión.
El gemido desgarrador fue acompañado de lineas sanguinoleatas en las costillas del rubio, provocadas por las uñas de Kanon. Ello le provocó escalofríos, y junto con la presión de la recién invasión, también exhaló un largo gemido involuntario.
Nervioso y ansioso, logró tomar a aquel hombre que lo traía loco. Con lentitud y paciencia, logró sincronizar sus movimientos con los sonidos de satisfacción de Kanon.
Ese lecho marino le había dado vuelta a su mundo, no podía dejar de admirar al hombre frente a él ni de degustar cada expresión que le entregaba.
Pero no podía más.
La cavidad que se contraía y se ajustaba a su miembro, recibió con fuerza el orgasmo del rubio, quien no se limitó en expresar el placer que recorría su cuerpo.
**~**~**~* Continuará *~**~**~**
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Érase una vez en Atlantis
FanficLos líderes bajo el mando de Hades buscan una estrategia diferente para la siguiente Guerra Santa. Buscar al hermano del Dios del Inframundo era solo el primer paso, pero la Estrella Celeste de la Ferocidad no podía confiar plenamente en las palabra...