15. Luna de Miel

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Iwasaki y Douma salieron de viaje un par de días después, dejando a Samidare cuidando del templo y suspendiendo así el culto de Douma durante la semana que duraría el viaje.

A Iwasaki siempre le había interesado mucho la flora del norte de Japón, con flores minúsculas, preparadas para soportar el frío invierno y multiplicarse con la llegada de la primera, haciendo que el mundo pasase de ser gris a un estallido de color, así que el viaje se centro en eso.

En concreto, Douma y ella habían planeado viajar a la prefectura de Aomori, a un pueblecito pequeño y aislado donde pasar unos días en paz.

El camino, gracias a Douma, fue corto y solo fueron necesarias un par de jornadas de viaje para llegar hasta su destino.

Allí se alojaron en una casa alquilada por Douma, algo alejada de la minúscula urbe y situada junto a un estanque.

Llegaron al atardecer y como Iwasaki estaba bastante cansada recogieron las llaves y cenaron algo ligero, antes de que ella se quedase profundamente dormida.

Al día siguiente, la joven se despertó con Douma abrazado a su cuerpo y los primeros rayos de sol colándose por la ventana. Caían en la otra parte de la habitación, lejos de donde ellos estaban durmiendo. El demonio parecía estar durmiendo, pero solo le hizo falta un movimiento brusco para abrir los ojos

—Buenos días—bostezó.

—Buenos días, cariño.

Con ese breve saludo comenzó una utopía que duró un par de días, durante los cuales el mayor entretenimiento de la pareja de recién casados fue dar largos paseos por el pueblo y la zona circundante de la zona, secar flores y hacer el amor.

Sin embargo, la tercera noche, Douma salió a cazar. Ya había pensado en ese detalle antes de salir de viaje, pues le era imposible llevar cualquier carne encima.

Así pues, sabía perfectamente cual eran sus potenciales víctimas allí, las prostitutas.

Aunque el pueblo en sus cercanías se encontraba totalmente aislado, a no demasiados kilómetros había una pequeña ciudad, lo suficientemente grande como para albergar un prostíbulo.

Una vez que la joven se hubo dormido, Douma, aprovechando que tenía un sueño muy profundo la metió cuidadosamente en la cama, la tapó y salió de la casa, con tal de salir disparado como un bólido después

El trayecto fue corto y cuando entró en las calles prácticamente desiertas, su yukata negro ondeó con el viento. Hacía frío, lo sabía aunque fuera físicamente incapaz de sentirlo, de ahí que la trayectoria hasta su destino fuera solitaria, con la única compañía de algún borracho y el cadáver de una mujer con varias puñaladas en el abdomen. Douma probó su carne, pero le pareció de calidad mediocre y siguió avanzando.

Finalmente llegó a su destino, un aparente lugar donde tomar algo de sake con los amigos. Douma, aprovechando sus capacidades sobrenaturales, brincó y logró llegar enseguida a la parte de atrás, con pequeñas y en muchas ocasiones empñadas ventanas, que daban a los cuartos.

Avanzó un poco por la pared hasta encontrarse una ventana que estaba abierta, con una chica sobre una especie se catre, apenas unas mantas mal colocadas. Parecía dormida.

Douma entró en la habitación, acabó con ella provocándole una rápida necrosis pulmonar y después se cargó el cadáver a la espalda, marchando a toda velocidad hacia las afueras de la ciudad. Allí apoyó el cuerpo flácido en la pared de una cabaña solitaria y lo absorbió. En verdad, le habría gustado habérselo comido poco a poco, por partes, pero no se podía permitir mancharse o si no Iwasaki sospecharía.

La Flor de Invierno (Douma)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora