Epílogo: La flor de invierno

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Douma e Iwasaki salieron pronto de casa el día de la comida, ya que Iwasaki no quería encontrarse con nadie por la calle que pudiera reconocerla y cuanto más pronto llegaran menos gente habría.

Al llegar al pueblo, sin embargo, fue inevitable encontrarse con caras y más caras conocidas, de modo que agachó la cabeza y fue caminando rápida, pegada a los edificios, hasta llegar a casa de Hidaka.

Douma, como era alto y sus rasgos físicos llamaban la atención, iba un par de metros delante suya, captando la mirada de la gente. Todo esto, sin embargo, no pudo con lo inevitable.

Él ya había llegado a la puerta de Hidaka, cuando alguien la paró, cogiéndola de un brazo. Iwasaki levantó la mirada alarmada y se encontró con la hija de Hidaka. Entonces suspiró aliviada.

-Menos mal que eres tú. Por un momento he pensado que me habían encontrado mi primo o mis tíos.

-No, pero están ahí detrás. Vamos dentro.

La joven abrió la puerta y Douma e Iwasaki se apresuraron a entrar. A ella no  le influía en absoluto que los otros miembros de su familia supiesen que estaba viva, pero desvincularse de ellos era lo mejor que podía hacer.

Dentro, la casa estaba engalada y parte de la comida ya servida. El yerno de Hidaka se sentaba junto a su cuñado, es decir, el otro hijo de Hidaka y su hijo, que al ver a su madre entrar por la puerta corrió a saludarla.

Enseguida Hidaka y su mujer salieron a saludar, sobre todo él, que se sintió muy alegre al ver a Iwasaki sana y adulta que en la boda. Entonces, presa de la emoción del momento, no se lo había dicho, pero estaba más pálida de lo habitual para ella.

La comida fue bien, tranquila y dulce, un ambiente hogareño que a Iwasaki, pero sobre todo a Douma, les fue como una caricia al corazón.

La hija de Hidaka y su marido, que además de estar comiendo con la familia, estaban alimentando a su hijo, hablaban sobre la experiencia de vivir en forma de familia.

Por otra parte, Iwasaki y Douma hablaron sobre los cambios de su vida, la mudanza y el nuevo trabajo, así como la convivencia en pareja.

Después, los temas fueron más bien triviales, sobre cómo durante esos años la vida había ido cambiando en el pueblo y sobre cómo el nuevo heredero del patrimonio de la familia Mikato, el primo de Iwasaki, había resultado ser un señorito inútil.

A todos parecían indignarles y sorprenderles este hecho, menos a Iwasaki, quien lo conocía desde hacía muchos años y por tanto también su faceta de idiota.

El matrimonio con el niño se fue pronto, pues este último se había estado alborotando en demasía, mientras que el otro hijo se fue con sus amigos, aunque su hermana le dijo maliciosamente que a ver cuando le presentaba a su chica. Así fue que enseguida quedaron solo Douma, Iwasaki y el matrimonio mayor.

La señora se marchó a trabajar en sus ropajes, así que Hidaka se quedó con Douma e Iwasaki a hablar un poco más.

-¿Entonces a dónde os habéis mudado?

-A Yattekaze, a unos diez kilómetros de aquí. Así estamos tanto cerca del trabajo como de aquí. Ha sido una buena decisión, sobre todo después de que Douma dejará el culto.

A continuación se hizo el silencio, lo cual acompañado de la cara de extrañeza que puso Hidaka hizo que Douma aclarase lo dicho.

-La creación del culto del paraíso fue cosa de mis padres, no mía ni de nadie más, así que si seguía buscando ayudar a la gente y con todos los ritos era más por el recuerdo que otra cosa. No me sentía cómodo ya, como podrá entender.

La Flor de Invierno (Douma)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora