19. Paseo al atardecer

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Los meses siguientes fueron tranquilos y hasta cierto punto tristes.

Douma tuvo, entre otras cosas, su primera crisis existencial, al plantearse seriamente si quería ser demonio o humano.

Fue un debate difícil, pero finalmente comprendió que convertirse en demonio provocaría muy probablemente que volviera a perder la capacidad de sentir, así que decidió permanecer en el estado de ser indeterminado en el que se había levantado un día e ir siendo cada vez más consciente de sus emociones.

Se encontró a sí mismo como una persona mucho más tranquila de lo que había pensado, aunque hasta cierto punto seguía siendo excéntrico.

Y se encontró bastante asustado y arrepentido. A veces soñaba con la gente que había matado, especialmente con sus suegros y se despertaba muy alterado, solo en su habitación.

Y otras veces soñaba que Kibutsuji le hacía pagar sus pecados matándolos a Iwasaki y él. Y no sabía en cuál de los dos sueños lo pasaba peor.

Por fortuna una de las dos pesadillas dejó de aparecer a partir de una noche en la cual Akaza se presentó y lo despertó de un fuerte golpe en la pared.

Cuando vio al demonio que en su día había llamado mejor amigo, Douma, hasta cierto punto, se alegró, hasta caer en la cuenta de que ahora era su víctima objetiva. Entonces se le borró la sonrisa de la cara.

—Humano, ¿eh?—dijo Akaza, en cuanto lo vio, mostrando en sus ojos el kanji de segunda superior, ahora que había recuperado esa categoría—Siempre has sido un idiota, pero nunca pensé que caerías tan bajo. Das lástima, no eres un rival digno.

Con esas últimas palabras, Douma comprendió que Akaza no iba a matarlo y suspiró, ya más tranquilo.

—¿Cómo ha reaccionado Kibutsuji a mi marcha?—preguntó.

—Le ha dado igual, me temo—contestó Akaza y se retiró, feliz de ver que el ser que más odiaba en el mundo, Douma, ahora no era más que un burdo humano, o al menos algo similar.

Al antiguo demonio le costó dormirse, eufórico como estaba, pero finalmente lo consiguió al pensar que a la mañana siguiente le contaría la buena noticia a Iwasakiz quien había estado durante ese tiempo buscando más lugares, a parte de el acantilado, donde creciese el lirio azul.

A la mañana siguiente pidió un desayuno para los dos y cuando estuvieron sentados ella le preguntó para que la había citado. Llevaban tres meses sin hablar, desde que había terminado el encierro.

—Anoche vino Akaza a burlarse de mí-dijo Douma, sonriente—Y cuando le pregunté sobre la opinión de Kibutsuji, quiero decir, del rey demonio, me dijo que le daba igual que yo me hubiera vuelto humano. Sabes que significa eso, ¿no?

Iwasaki asintió. Se había acabado la búsqueda del lirio azul para satisfacer a Kibutsuji y por tanto la vida como demonio.

—Igualmente me gustaría estudiarla, ¿sabes? Como objetivo personal.

—Comprendo.

Se hizo el silencio y siguieron desayunando así, hasta que Iwasaki rompió el hielo.

—Esta tarde pensaba dar un paseo, así que ven conmigo si quieres. Sé que te gusta pasear y de cara a la noche algunos caminos son peligrosos.

Douma asintió sin pensarlo, aunque no mostró ninguna emoción más.

El día pasó veloz y a algo menos de una hora del atardecer Iwasaki y Douma salieron juntos a pasear ante las curiosas miradas de los habitantes del pueblo, que llevaban meses sin verlos juntos. Ya habían rumores sobre problemas en el joven matrimonio.

La Flor de Invierno (Douma)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora