Y yo, nuevamente, me suicido
poniendo mi ego sobre sus deseos,
poniendo mis deseos sobre sus egos.
Cometo harakiri
protegiendo
lo que nunca nadie ha protegido.
Cedo ante el honor
de defender lo poético...
lo poéticamente incorrecto.
***
Antología...
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Quiero llorar en tus brazos inexistentes, llévame a un mundo lejano y abandóname ahí donde tus labios no me toquen jamás porque ya no quiero estar sufriendo aquí.
El recuerdo me mata y los ecos son vino esparcido sobre la mesa, fingiendo ser florero de esos que no se pueden secar.
Arráncame los brazos y hazme llorar. Nunca has estado aquí, no estás... Las lágrimas caen ya disueltas y a veces me pierdo en tu silueta.
El rostro del tiempo se apareció en mi ventana, tuve que cerrar las cortinas porque su vaho me aterraba; tenía la nariz raspada y un par de moretones en el ojo, ojalá algún día se caiga en picada.
Mis manos ya no son suficientes. ¿Qué estoy haciendo? Si aún soy el remitente, ¿para quién es esta carta?
Los payasos duermen luego de las carcajadas. Las moscas son fantasmas insolubles en agua, ellas esparcen las esporas del asco por la vida a pesar de ser reliquias un tanto anticuadas.
Ya me está hartando esto de portar mascarilla porque no puedo exhibir mi putrefacta cara y el aire cálido quema mis fosas nasales en un acto de cobardía inevitable.
Justo cuando todo mejoraba todo se fue al carajo y no puedo culpar al mundo, ¡carajo! Ojalá él venga y aborrezca mis trazos como buen crítico exigente, sin reparar en daños.
Destrúyeme cuando quieras, ya no te pertenezco.
Mis lágrimas se han vuelto acuarela y con ellas pinté mi cuarto. La sangre de mis venas se ha vuelto barro y mi cuerpo es vidrio disecado. No he renacido, solo he sido fermentado.
La experiencia de una vida es el silencio del sabio y la madurez descolorida son risas que no hallo.
Si ya me ayudaste a crecer, ¿por qué insistes en permanecer a mi lado? Tan solo vete de una vez, ya te di un nombre. ¡Ahora vete! Quiero y necesito un espacio, tan solo un pequeño, un minúsculo espacio, una molécula de materia que me pertenezca, un átomo de mi cuerpo que no haya sido profanado
por tus manos iracundas en tus nefastos arrebatos. Ya me diste algarabía
cuando en mi espíritu había letargo, ahora solo queda el recuerdo de agonía en esta carne viva que todavía sigue sanando. Vete y piérdete en el remolino creado por mis fallos, serás solo sombra moribunda en un rato.
Alábame, me das asco. Dime halagos al oído, sé que estás escuchando. Pero no susurres mentiras, podré verlas con el telescopio aún si lo escondes de mi páramo.
A la serpiente le mordí la cola, a ver a quién jodes ahora con esos brazos inhumanos.
Todavía está la sensación incómoda pero al menos ahora ya no hay masoquismo en mis párpados.
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