Y yo, nuevamente, me suicido
poniendo mi ego sobre sus deseos,
poniendo mis deseos sobre sus egos.
Cometo harakiri
protegiendo
lo que nunca nadie ha protegido.
Cedo ante el honor
de defender lo poético...
lo poéticamente incorrecto.
***
Antología...
Ella. Estaba tan emocionada por conocer un mundo nuevo, por ver al fénix quemar las cenizas con su fuego; pero el humano se transformó en monstruo, tal y como dictan las leyendas, y fue su acto tan violento, tan severo, tan patético... que quiso morir sin que sus pies tocaran el suelo. (Hybris, 5:02)
Por supuesto, la vida no es tan piadosa.
(El relato comienza, da inicio como una leyenda cantada acapela atrapando al oyente en su nicho y haciendo palidecer su mirada)
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I: Hybris
No rogó por misericordia, su brazos quedaron en cruz y sus pies tirados por la estancia. La noche era oscura, sin luz
y sus párpados se cerraron así como el agujero entre el cemento y la madera. El ruido lo dejó sordo porque la mente no lo acompaña.
Siguió el camino que siguen todos, eligió seguir las leyes del testamento. Repito: no rogó por misericordia ni se arrodilló en busca de perdón.
El vientre era errático cuando la misión falló. El contenido de su vientre estuvo dos días en tránsito porque llegó último a esa vieja competición.
Ni los lobos se atrevían a mantenerle la mirada. Ni los corazones hechos trizas se atrevieron a dirigirle la mirada.
Todo quedó dicho pero en el viento no se escuchó nada.
(La historia era narrada con voz de trovador y los oyentes le escupían al protagonista su decisión)
Por supuesto, sus párpados cayeron al caer la noche aunque esa noche hubo insomnio en la habitación.
II: Blattodea
El nuevo mundo era un pastel y en su nariz se aglomeró como un golpe surrealista.
Había montañas de comida, el mundo era una golosina gigantesca como un dios.
Anduvo un día, anduvo dos. Anduvo día y medio sin tener interacción.
Trataron de hacerle morir pero el helado de fantasía lo revivió. Siguió y, por primera vez,
protestó.
La noche era demasiado fría, el día usaba ropas de calor. La noche no producía pesadillas pero el alimento perdió su sabor.
El cuero caía y su cuerpo huía. El mundo seguía siendo una golosina gigantesca. El arcoíris era demasiado brillante para su minúsculo corazón.
Esa fue a la primera estrella a quien le rezó.
III: Margarita
Paletas de colores y con forma de corazón, caramelos gigantes, el sabor que nunca olvidó...
Ahora se siente intruso y en el desierto escampa. Sus lágrimas ya no son similares a perlas bañadas por las olas del mar.
Ya no siente la espuma ni el jabón, se conforma con sus seis patas y entre macetas viaja para no causar tensión entre los seres gigantes que viven en la golosina
gigantesca. Comprendió
en la ceguera brindada por la noche las consecuencias de su orgullo, las consecuencias de su rencor.
Supo que su cuerpo nunca sería el mismo pero siguió su camino entre las nubes, siguió su camino entre nubes de algodón.
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