Parte 3

50 12 3
                                    

La guerra entre el imperio del Sol y la Luna parecía un túnel sin fin y aquello significaba que su trabajo seguiría aumentando día tras día

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La guerra entre el imperio del Sol y la Luna parecía un túnel sin fin y aquello significaba que su trabajo seguiría aumentando día tras día. Se preguntaba cuánto más duraría esta situación, ya que estaba harto de seguir a los batallones de cada bando para luego verlos matarse entre sí. No comprendía cómo es que llegaron a tal punto, pues si no recordaba mal, hace tiempo solo existía un imperio y el continente vivía en armonía; sin embargo, un día la paz terminó y todo se volvió más sombrío. A este paso olvidaría cómo fue su vida antes de que empezara la guerra.

Curiosamente eran mellizos quienes andaban luchando para ver quién resultaba ganador. Ellos, teniendo la misma sangre, no pudieron evitar tener diferencias, que terminaron destruyendo el imperio que su madre había alzado con tanto esmero. ¿Cómo es que acabaron de esta manera?

Con sus pies arrastrándose por la tierra mojada, se abrió paso en el inmenso bosque en busca de alguna salida. Tanto la lluvia como los árboles no le permitían volar, así que no le quedaba de otra que caminar, aunque ya se estaba cansando. Sus alas le sirvieron de refugio para no quedar tan empapado, pero igual sentía el frío recorrer su cuerpo.

Debería estar acostumbrado a pasar esta clase de penurias, claro, debería. Envidiaba a los que tenían un hogar, los envidiaba porque serían recibidos por personas que los querían. Los sentimientos como el amor aún eran desconocidos, extraños y ajenos para él, pero en lo profundo de su ser anhelaba un poco de ello tan natural para los humanos. Amar y ser amado... Eso suena lindo.

Tan metido estaba en sus pensamientos que se resbaló gracias al barro; en ese preciso instante que perdió el equilibrio, se lamentó por no ser más cuidadoso al estar caminando en un terreno desnivelado. No le dio tiempo para reaccionar, así que su cuerpo terminó rodando por una pendiente: fue como caer al vacío durante unos segundos. Casi perdió la conciencia al impactar contra una superficie grumosa, pero se obligó a no cerrar sus ojos. Su ropa terminó sucia y llena de tierra húmeda, mientras su piel con rasguños y raspones. Todo su cuerpo le dolía, incluso la cabeza; dirigió su mirada al cielo y dejó que las gotas de lluvia mojaran su rostro.

Algunas mariposas revoloteaban cerca de su cara, obligándolo a despertar. Parpadeó unas cuantas veces para acostumbrarse a la luz de la tarde; el sol seguía en lo alto del cielo, brillando y brindando un reconfortante calor. Tapó sus ojos con su antebrazo y dejó soltar un suspiro. Se puso boca abajo, a pesar de que el césped irritaba su nariz, y cerró sus ojos para disfrutar el canto de las aves.

Después de estar echado por un buen rato, hizo un gran esfuerzo para sentarse y ver dónde se encontraba. Sus manos le ayudaron a reincorporarse y trató de que sus piernas le respondieran.

Quién sabe por cuánto tiempo se había quedado dormido. Su pecho dejó de tocar el pasto y flexionó sus piernas. Observó las flores y cómo se movían de manera suave debido al viento. Le maravillaba ver tantos colores y formas en un mismo sitio; sin duda, este lugar le brindaba una paz indescriptible. 

Su pie derecho se negaba a cooperar; no le quedó de otra que apoyarse en el tronco de los árboles para continuar avanzando por el bosque. Teniendo la respiración entrecortada, dejó un rastro de plumas negras con cada paso; sus alas se arrastraban por la tierra y debido a su peso se le dificultaba caminar. En algún momento, se rindió y su cuerpo cayó exhausto al suelo.

Se abrazó a sí mismo y frotó su adormilado rostro con la tela de su ropa. Anhelaba quedarse ahí para siempre, pero no podía. Con mucho cuidado, se puso de pie y procuró en no pisar ninguna flor. Sacudió su pantalón antes de empezar su trayecto hacia la cabaña. Era hora de regresar.

Cuando despertó, la lluvia había cesado y ya estaba amaneciendo. Las palmas de sus manos se apoyaron en la tierra aún húmeda y, temblando, hizo el gran el esfuerzo para volver a levantarse. Se negaba a darse por vencido: había pasado cosas peores, así que esto no era nada, podría superar esta adversidad; a pesar de que no paraba de tropezar y sus movimientos eran cada vez más débiles, se mantuvo decidido a encontrar una salida. 

Le restó importancia a los temblores y escalofríos que sentía, también a su pie lastimado, y sin ánimos de rendirse, caminó por quién sabe cuánto tiempo. Al final, todo su esfuerzo valió la pena: un gran campo abierto le dio la bienvenida al salir del bosque. Soltó un suspiro de alivio y con una sonrisa en su rostro se permitió descansar. Tambaleándose llegó junto al tronco de un roble y apoyó su espalda en este. Ya sentado, sus alas cayeron rendidas, igual que sus hombros. Sus párpados poco a poco se fueron cerrando y entonces...

Luego de unos minutos, volvió a estar consciente debido a cierto ruido que escuchó no muy lejos de ahí. ¿Por qué no lo dejaban respirar tranquilo por tan solo unos segundos? Quiso levantarse e irse, pero recapacitó y pensó mejor las cosas. ¿De qué estaba huyendo? Seguro era un animal inofensivo; era imposible que haya humanos por esta zona. No debía preocuparse, este lugar no le pertenecía a nadie, o mejor dicho, estaba en el medio: era un tipo de conexión entre los dos imperios... ¿Era acaso el limbo? 

Iba a de nuevo sentarse, pero entonces ese ruido lo percibió más cercano. ¡Pisadas! Debió saberlo antes, eran pisadas lo que estaba oyendo. Sudor frío bajó por su sien y sus oídos fueron perturbados por el trino incesante de las aves. ¿Qué clase de persona estaría en este lugar?, ¿estaría acompañada? ¿Sería realmente necesario huir? No, no necesitaba preguntarse aquello. Si llegaban a verlo... Era un monstruo, nadie quiere a los monstruos.

De repente su visión fue opacada por la sombra de alguien. Nada más tuvo que ver los pies impropios para que su corazón saltara del susto. Era un humano, pero no entendía qué hacía por estos alrededores. ¿Por qué tenía tanta mala suerte? Se encontraba herido y sus alas no estaban en condiciones para surcar los cielos; no podía volar y eso lo consideraba una sentencia de muerte. 

En vaso quiso correr, ya que se tropezó nada más dio unos cuantos pasos. Con sus manos sujetando el pasto, intentó reincorporarse, pero solo pudo ponerse de rodillas. Su pie... ¡Su maldito pie! Cuando sintió el roce de unos dedos en una de sus alas, se estremeció y dirigió su mirada hacia ese humano. ¿Qué expresión tenía el rostro ajeno? Lo iba a averiguar.

—No hagas movimientos bruscos —habló ese extraño hombre, mientras se acercaba de manera lenta—, estás lastimado.

Su corazón latía con mucha fuerza y su cuerpo no dejaba de temblar. Estaba aterrado por la presencia de ese sujeto, pero el hecho de que no pareciera afectado por su apariencia le generaba curiosidad. ¿Acaso no le temía?

—Necesito llevarte a mi cabaña, ahí yo...

Un mareo y luego todo se tornó negro.

Un mareo y luego todo se tornó negro

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
ᘛLugar seguroᘚ - AfterdeathDonde viven las historias. Descúbrelo ahora