Cuántas veces habrá botado un plato de comida al suelo o mojado la ropa del humano al negarse a recibir un vaso lleno de agua.
Si hubiera seguido con ese comportamiento entonces habría muerto al cabo de unos días. Una parte de él agradecía que ese extraño hombre fuera insistente, pero por otra parte le parecía frustrante en cómo conseguía que acatara sus órdenes.
—Voy a cambiarte el vendaje.
El contacto ajeno lo ponía nervioso, así que no podía evitar moverse.
—Quédate quieto.
No le hizo caso y al final el humano apretó su tobillo con fuerza. De inmediato soltó un quejido y se encogió de dolor.
—Te dije que te quedaras quieto.
Lo que más le molestaba de este tipo de situaciones era que el humano mantenía una expresión serena al regañarlo. No fruncía su ceño o siquiera lo miraba, solo se enfocaba en lo que estaba haciendo y nada más.
Realmente no entendía qué buscaba el contrario al tratar sus heridas.
Sus acciones le causaban conflicto, pero a la vez curiosidad.
—Mi nombre es Geno —habló al darse cuenta que lo andaba mirando—, ¿y el tuyo?
Esa pregunta lo tomó por sorpresa.
¿Su nombre?
Algo confundido, ladeó su cabeza y continuó observando a Geno en silencio.
—Está bien si no quieres decírmelo.
Los días transcurrieron como siempre: el sol se hacía presente en la mañana y desaparecía en la noche; el color del cielo variaba dependiendo de la hora; a lo lejos se escuchaba el ruido de la naturaleza y los animales. El mundo continuaba avanzando, sin embargo, al estar lastimado y obligado a reposar en esa cama, perdió la noción del tiempo.
Cada vez que abría sus ojos, se encontraba con el techo de la cabaña, irritándolo. No valía la pena despertarse: con ese pensamiento, empezó a dormir y dormir. Pero siempre había una voz en sus sueños que lo obligaba a volver a la realidad.
—El almuerzo ya está listo.
Geno procuraba que comiera y bebiera suficiente agua para no quedar deshidratado.
Gracias a Geno seguía vivo y eso lo hacía sentir enfermo.
Una tarde intentó salir de la cabaña, quizás no caminando, pero sí arrastrándose.
—¿Qué haces?
Obviamente Geno lo descubrió al instante, pero lejos de enojarse, comprendió su malestar y lo ayudó a ver el exterior.
Después de varios días, por fin observó el entorno que lo rodeaba: frondosos arboles y una extensa pradera atrás de la cabaña.
—Aquí solía existir un pueblo, pero... Bueno, ya sabes.
No, no sabía.
No tenía ni idea.
Aunque puede imaginar lo que pasó, porque no sería la primera vez que algún lugar es borrado del mapa. El más fuerte sale vencedor, mientras el débil pierde todo.
Era injusto, mas qué se podía hacer.
Geno empezó a contarle sobre su vida mientras lo cuidaba para que así el silencio no se instaure en el ambiente. Quizás quería ganar su confianza o probar que no le haría daño, que no era esa clase de persona. O puede que solo esté intentando que responda o diga una palabra por lo menos.
—Mis hermanos son la única familia que tengo, pero ellos... están en su propio mundo —admitió y soltó un suspiro—. No los culpo, cada uno ha tomado un camino diferente y eso está bien... ¿Qué hay de ti? ¿Por qué no me cuentas algo de tu vida?
Sin embargo, prefería quedarse callado y simplemente escuchar.
Escuchar y analizar.
Geno era doctor. No tenía ninguna marca de luna o sol en su rostro. No pertenecía a ningún bando, pero los últimos años estuvo viviendo en el Imperio de la Luna junto a uno de sus hermanos. Geno había visto mucha muerte y sangre como él.
Y por alguna razón, había decidido vivir en esta pequeña cabaña en medio de la nada.
—Me pregunto cuándo terminará todo esto —dijo, mientras preparaba la cena—. Espero que sea pronto.
Durante las noches, la temperatura bajaba, pero sentía cualquier cosa menos frío.
Geno se quedaba despierto para vigilar su fiebre y también para cambiar el paño que tenía sobre su frente.
No comprendía lo que le ocurría.
¿Será que estar dentro de esa cabaña lo asfixiaba?
Cuando su estado mejoró y fue capaz de caminar, Geno lo llevó a un río cercano.
Una vez en el exterior, los rayos del sol cegaron su vista.
—Necesitabas algo de aire fresco.
No estaba del todo recuperado, así que tenía que apoyarse en Geno. Caminaron hasta adentrarse en el bosque y escuchar el ruido del agua fluyendo.
Siempre había preferido la naturaleza en su forma más pura que las ciudades abarrotadas de gente. Su expresión se suavizó y admiró el bello paisaje.
—Vamos, te ayudo.
No era la primera vez que se bañaba en un río, pero era extraño que alguien estuviera viéndolo a cada rato. Gracias a sus alas, no se sentía tan cohibido, pero igual era extraño. Debido a la presencia de Geno, no tuvo el valor para quitarse la parte inferior de su ropa.
Juntó un poco de agua en sus manos y miró su reflejo: su pelo había crecido un poco, ahora unos cuantos mechones llegaban hasta sus hombros.
¿Cuánto tiempo habrá pasado?
Salió de sus pensamientos cuando Geno, por accidente, se resbaló por la culpa de unas piedras. No salió herido, mas se veía apenado por su descuido.
Bajó sus manos y miró de reojo su alrededor.
Sería tan fácil escapar, pensó.
En cambio, optó por acercarse a Geno y tenderle su mano para que se levantara.
Más de tres meses sin actualizar, muy mal, Samira.
A ver si puedo publicar el siguiente capítulo el próximo domingo.
Bye, bye.
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ᘛLugar seguroᘚ - Afterdeath
FanfictionDesde que empezó la guerra entre el Imperio del Sol y la Luna, el trabajo ha ido aumentando para aquel ser de grandes alas negras. La soledad y muerte es lo único que conoce; sin embargo, el encuentro con un inusual humano cambiará su vida para siem...