Parte 5

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El cielo era infinito, no existían limites ni obstáculos

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El cielo era infinito, no existían limites ni obstáculos. Desde arriba, todo se veía insignificante y pequeño, como si sus ojos observaran varias manchas irreconocibles en la tierra. Y en algún punto, solo llegaban a ser él y el cielo. Él y las nubes. Él y el viento. No había nada más, ¿para qué pedir algo más? La soledad lo abrumaba, lo golpeaba y lo hacía sentir más miserable de lo que ya era, pero... ¿Pero? Quién lo diría, nunca pensó que podría tener sueños, deseos, o siquiera sentir emociones complejas, mas ahí se encontraba: amando al cielo, amando la sensación efímera de la libertad, porque una vez sus pies volvieran a tocar el suelo, el peso de sus responsabilidades le negaría que de nuevo volara alto. El cielo no era donde tenía que estar, su deber estaba en la tierra, con los humanos y sus vidas frágiles.

Aunque quisiera escapar del hedor de la muerte, simplemente no podía, las almas atormentadas no se lo permitirían.

Su mera existencia tenía un propósito, una razón, y era incapaz de ir en contra de su creador.

Estaba atado, estaba condenado...

Un dolor punzante en su pie logró que se despertara. A pesar de no estar en óptimas condiciones, se reincorporó con la ayuda de sus manos y trató de situarse; sin embargo, un quejido salió de su boca, evitando que pudiera concentrarse en otra cosa que no fuera su obvio malestar. Sus ojos azules entonces se enfocaron en un humano que, hasta ese momento, había pasado desapercibido. 

 —Te torciste el tobillo —habló, volviendo a tocar la zona inflamada—, y te golpeaste, —soltó un suspiro para luego ponerse de pie—. No debiste esforzarte en caminar —reprochó y alzó su mano en dirección hacia él, una alarma de peligro se disparó dentro de su mente gracias a simple acción—, pero está bien, por suerte, yo t... ¡Uh, qué haces!

Sus alas le sirvieron de barrera para mantener distancia con ese humano.

—Basta, ¿qué crees que estás haciendo? Estás lastimado. 

Sí, lo sabía, claro que lo sabía, pero no tenía otra opción.

Los humanos no eran de fiar.

Inspeccionó la ropa que llevaba puesto y se maldijo internamente por no ser capaz de idear algún plan para escapar. Su estado actual no era el mejor, así que, aunque pudiera huir, no llegaría muy lejos. Además quién sabe a dónde lo habían traído.

—Hey, ¿cuál es tu nombre? —preguntó el humano, acercándose otra vez.

En ese momento, el miedo se apoderó de su cuerpo y lo impulsó a tratar de levantarse de la cama. No podía pensar con claridad y menos cuando ese humano rondaba a su alrededor.

—Aún no debes salir de la cama. Espera...

Quiso ignorar la cercanía del otro cuerpo y esquivarlo, mas las manos ajenas se posaron en sus hombros y se exaltó.

—No... ¡No me toques! —gritó, dejando escuchar su voz después de tanto tiempo.

El humano retrocedió por el movimiento brusco de sus alas, por lo que aprovechó para dar un paso hacia adelante, pero no contó que su pie le fallara. Esperó el impacto contra el suelo, incluso se preparó para experimentar un dolor insoportable, pues luego tendría que ponerse de pie e ir al exterior. Sin embargo, se quedó inmóvil en la misma posición, aún tratando de asimilar lo ocurrido. La caída no fue tan dura como imaginó.

—¿Te lastimaste? —El aliento cálido del contrario chocó con su frente, provocándole escalofríos.

Su corazón se detuvo por un segundo al percibir los brazos que envolvían su cuerpo. Sus alas se encogieron para evitar el roce de las manos impropias y se mantuvieron pegadas a su espalda. Tardó en reaccionar, pero lo hizo, sus manos se apoyaron en el suelo, alejándose lo suficiente como para ver al humano que tenía abajo de él. Nunca había visto a alguien así de extraño, su piel era demasiado pálida y su cabello era blanco, un color que no concordaba con su rostro joven. Quizás lo más normal de ese humano eran sus ojos azules.

—¿Estás bien, verdad?

Salió de sus pensamientos cuando las manos de ese sujeto agarraron sus brazos. Se apartó de inmediato, mas no anticipó que lo abrazaran. 

—No te voy a hacer daño, tranquilo.

Consternado por esas palabras, junto todas sus fuerzas para intentar liberarse del abrazo y guardar distancia con ese peculiar humano.

Realmente no entendía qué es lo que estaba pasando.

—Ya, ya, tranquilo... —dijo, opacando sus gruñidos y quejidos—. Nadie te va a lastimar.

Quizás esté muy cansado como para pelear, pues, en algún momento, dejó de mostrar resistencia y acabó aceptando el contacto físico. El calor de otro ser vivo era reconfortante, o eso pensaba, ya que sintió cualquier cosa menos comodidad.

Sin embargo, no tuvo tiempo de procesar su primer abrazo, porque lentamente fue perdiendo otra vez la consciencia.

—¿Qué serán estas alas?

La voz impropia se oía lejana.

Irreal.

—Vas a estar bien, ¿de acuerdo? Confía en mí.

¿Confiar? 

Ja, cómo si pudiera.

Con sonido de viento de fondo, logré escribir este capítulo

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Con sonido de viento de fondo, logré escribir este capítulo. Uhm, qué raro, pero lo bueno es que funcionó. En tu cara, bloqueo de escritor, no pudiste conmigo :P

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