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La risa del castaño junto con sus latidos y las mariposas de su estómago formaban una dulce combinación. No importaba si Rodrigo se estaba burlando de los pasos de baile de Iván o se reía porque un niño se cayó. La risa de Rodrigo era como miel para sus oídos.
"Vamos a bailar, Ivi" la canción cambió a una lenta, una donde ambos cuerpos tenían que juntarse, abrazarse, pegarse entre ellos, etc. Sus brillantes orbes olivo chocaron con los color canela.
Todo era perfecto en ese momento, no podían ser más felices que en ese instante.
Ambos creían que solo existía en las películas la cápsula de amor/ensoñación dónde todo lo demás desaparecía y solo eran los dos protagonistas; en un fondo rosa con brillitos y corazones. Pero no era así y ellos mismos lo comprobaron.
Sus latidos ahora estaban coordinados creando un sonido empalagoso.
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