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Haber vuelto a Forks se sentía como la primera vez que llegué a este pequeño y nublado poblado en el estado de Washington. La lluvia y el cielo gris me daban la bienvenida una vez más, pero esta vez no venía sola, esta vez alguien sujetaba mi mano entre la suya y era mano cálida que sujetaba la mía con firmeza sin intención de dejarla ir. Fred no parecía realmente sorprendido de Forks, a decir verdad, le parecía un lugar bastante aburrido y triste, simplemente él y Forks eran dos polos completamente opuestos, él y yo somos lo más opuestos del mundo.
—Un sickle por tus pensamientos...— llamó él sacándome de mis pensamientos. Una sonrisa vaga se acomodó en mi rostro.
— Te los vendo por un galeón. — respondí y él sonríe ampliamente. — Sólo pensaba en que tu y yo somos realmente distintos...
Él asintió.
— ¿Cómo dicen los muggles? ¿Los opuestos se atraen? — preguntó él y yo asentí.
— Si no me hubieras hecho resbalar ese día. Dudo que tan siquiera me hubieras mirado. — confesé pensando en todo lo que pudo haber sido diferente aquel día, Fred Weasley hubiera pasado de largo aquel día.
— Probablemente...— admitió él con toda honestidad, pero entonces tomó mi mano en el aire y dejó un corto beso en mis nudillos. — Aunque probablemente tu linda carita me habría hecho acercarme...
— Mi linda carita hinchada de tanto llorar...— continue con una media sonrisa y él ríe asintiendo.
Fresh asintió tomando mi rostro entre sus manos antes de dejar un corto beso en mi frente, y rodeaba mi cuerpo con su brazo, a su lado podía admitir muchas cosas, podía admitir estar enojada, podía confesar que todo estaba siendo demasiado para mí, tenerlo en mi vida me hacía sentir menos sola y yo solo podía esperar poder significar lo mismo en su vida. Una vez alguien dijo que los grandes amores de la historia ya no existían, pero estaba equivocado, esa autora segura jamás conoció a alguien como Fred Weasley, y era una locura porque él era el único en su especie, aunque hubiera alguien físicamente igual a él. Podía respirar un nuevo aire, exhalar sin sentir que me quedaba sin el aire a mi alrededor o que me estaba ahogando, si alguna vez sentí amor en el pasado, puedo jurar que esto se siente de una forma distinta.
Cuando el taxi se detuvo frente a la casa de Billy Black, ambos salimos del carro, en ningún momento Fred soltó mi mano, ni siquiera bajó la mirada de Charlie.
— Vaya ya era hora! ¡Morimos de hambre! — exclamó el señor Clearwater al otro lado frente a una parrilla.
— ¿Trajeron las galletas? — preguntó Charlie viendo que llevaba una caja de estas en mano.
— Oh si, estaban deliciosas. — confesó Fred al ver que Charlie abría la caja para encontrarla vacía. — Me dio hambre en el camino Charlie.
— Jefe Swan para ti...— murmuró él cerrando la caja y entrando a la casa. Fred ríe sutilmente.
