En un mundo de lucha y disciplina no hay cabida para la impulsividad o la rebeldía...es por eso que cuando me vi inmersa en una base militar a cientos de kilómetros de mi país pensé que dicho mundo se había vuelto loco. Sin saber, que la verdadera l...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La mirada seria del rubio me atravesó completamente. Instintivamente me pegué más a la puerta en busca de poner aún más distancia entre nosotros.
Tragué saliva.
A mí me miró un tuerto, de verdad, si es que Verónica Sánchez no es Verónica Sánchez si no se mete en siete líos cada puta hora.
En cuanto Alexander se enderezó para dirigirse hacia mí mi cuerpo reaccionó al instante, abriendo de nuevo la puerta para salir por patas de ese lugar.
No porque le tuviera miedo al Major, para nada, pero quedarme en una habitación a solas con él luego de nuestro historial era sinónimo mi perdición. Aunque bueno, luego de lo borde que había estado últimamente ya no sabía nada. Tal vez le había dejado de gustar y ahora solo le irritaba mi presencia.
Lastimosamente, eso no quitaba el hecho de que me moría por acostarme con él...o con Henry...o con ambos ya que estamos, era una realidad como un templo. Aunque cada vez veía más y más lejos esa fantasía. Sobre todo si mi tormento rubio había cambiado de parecer hacia mí.
Va a ser verdad que nada dura para siempre.
Por suerte aún conservaba el mínimo de cordura para no caer suplicante ante los encantos del dominante y bello sujeto que tenía ante mis ojos. Lo mínimo que podía hacer ahora era recoger los cachitos de mi dignidad y desaparecer de su vida.
Abrí la puerta para escapar cuando una luz me cegó al instante. Tapé mis ojos ante la molestia y murmurando algún que otro improperio en español. Sin embargo, la idea de que me habían pillado en mitad de la noche en el dormitorio de Alexander me revolvió el estómago del susto.
—¿Verónica?— La luz dejó de cegarme y el susurro lleno de sorpresa por parte de la persona que me estaba apuntando se me hizo terriblemente conocido.
Henry.
Henry estaba en frente de mí y Alexander cada vez se aproximaba más por la espalda.
Carajo.
El pelirrojo dio un paso al frente obligándome a mí a dar un paso atrás y entrar a la habitación del Major.
No dejaba de hacer contacto visual con ese profundo azul, aunque un escalofrío me recorrió de pies a cabeza cuando el sentí el calor de Alexander en mi espalda, eso sí, sin tocarme un solo ápice de mi piel.
Ninguno de los dos me tocaba, pero yo me sentía en plena ebullición.
—¿Qué estás haciendo en esta habitación, De la Vega?— De repente la voz de Henry había pasado de sorpresa a autoritaria. Nunca había empleado ese tono conmigo.
Yo no fui capaz de responder nada. Parecía que mis palabras habían decidido quedarse en mi garganta para no salir nunca más. Ojalá yo también pudiera encerrarme en estos momentos.