Capítulo 22, Actos y palabras

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Luego de salir de aquel apartamento, nos fuimos directamente al hospital. Debían revisarnos y ver que todo andaba correcto dentro de lo que cabe.

Como era de esperar, me dieron puntos en el antebrazo derecho, solo de ver la herida ya podía apostar a que eso iba a dejarme una buena cicatriz. Suspiré, otra para la colección.

—Va a ser necesario que al menos se quede dos días en observación— Habló la doctora que me estaba atendiendo esa noche. Yo la miré. No quería quedarme, quería salvar a mi madre.

Sin embargo, no respondí, era inútil. Entendía perfectamente porque debía quedarme y sabía que irme sería una estupidez teniendo en cuenta mi condición.

No era tonta, era plenamente consciente que las heridas infligidas me habían costado una transfusión gracias a mi preciosa anemia congénita. Por lo visto, había perdido bastante sangre y habían preferido transfundirme por seguridad dada mi enfermedad.

Acostada en la cama del hospital y viendo el amanecer ya iluminando mi ventana meditaba como iba a hacer para comenzar a buscar a mi madre. No había tenido la oportunidad de llamar a nadie para avisar. Tenía que poner a alguien al corriente de la situación lo antes posible y decirle que se llevara a mis abuelos de ahí.

¿Irían a por ellos igual que fueron a por nosotras? Es más, ¿Y si ellos fueron los primeros en ser atacados? Las dudas me inundaban la mente, abstrayéndome de mi entorno. Razón por la cual no escuché la puerta abrirse.

Aunque seré sincera, tampoco me importaba si alguien entraba o no, ahora solo quería una cosa; encontrar una forma efectiva de salir de aquí lo antes posible y ponerme en marcha.

Pensé nuevamente en pedir el alta voluntaria, y otra vez rechacé esa opción. Si no estaba al 100% de mis facultades no saldría viva de esto. A la vista estaba.

—Te traemos el desayuno—La voz de Mike me envolvió. No respondí, simplemente suspiré y me senté en la cama. Sabía que él no se iría hasta que me viera comer algo.

Cuando me enderecé me percaté de que Alex también estaba, aunque no había pronunciado una sola palabra.

Una vez tuve el plato enfrente mi estómago se removió, provocándome nauseas. Miraba la comida fijamente tratando de buscar la manera de comerme esas tostadas sin vomitar.

—Verónica—Alexander se pronunció, sentándose en una esquina de la cama. Yo seguía con la vista fija en el desayuno.

—Sé que lo último que quieres es comer, pero prueba aunque sea un bocado. Tienes que salir pronto de aquí.

Sabía que tenía razón, debía hacerlo. Traté de hacer a un lado la sensación de nauseas y comencé a comer.

El silencio volvía a instaurarse en el ambiente mientras los dos hombres observaban cómo comía.

Lawless (Ciencia Militar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora