En un mundo de lucha y disciplina no hay cabida para la impulsividad o la rebeldía...es por eso que cuando me vi inmersa en una base militar a cientos de kilómetros de mi país pensé que dicho mundo se había vuelto loco. Sin saber, que la verdadera l...
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Todo en mi vida se desmoronó en ese momento. Toda mi vida se había ido en una puta furgoneta.
Mi garganta no podía expresar el miedo, la impotencia que sentía en ese momento. No había forma humana de que alguien se diera cuenta de cómo me estaba sintiendo en ese preciso instante.
La voz de Fénix tratando de calmarme se escuchaba a cientos de kilómetros como un eco en la distancia.
No podía moverme, no podía hablar, no podía ver.
Sencillamente, no podía.
—¡Verónica! ¡Reacciona! ¡Mírame!—Unos ojos verdes alarmados y llenos de preocupación me examinaban. Sus manos tomaron mi rostro, obligándome a solo centrarme en él. Sacándome del estado de shock en el que me encontraba.
—Tu madre te necesita centrada, ¿Eh? Estate conmigo, vamos—Ese hombre trataba desesperadamente de que yo no perdiera la razón.
Era verdad, en esta circunstancia, la única persona que iba a luchar a muerte por mi madre era yo. Debía obligarme a mantener una mentalidad fría y pensar cómo sacarla de las garras de esos tipos.
En lo que yo me mentalizaba para abordar la situación con la mayor practicidad posible, Fénix intentaba sin éxito hablar con alguien por teléfono.
Con su mano derecha se agarraba el pelo con impaciencia mientras que con la izquierda sostenía el teléfono, del cual parecía no obtener nuevamente una respuesta.
Cantidad de insultos en inglés salía de su boca a la vez que volvía a marcar. De pronto una idea vino a mi mente.
—Fénix, déjame tu teléfono, voy a llamar a alguien—rogué con voz desesperada.
POV ALEXANDER
Trataba de seguir las palabras de mi padre mientras me explicaba los nuevos avances en la investigación sobre el caso de Verónica. Intentaba concentrarme, pero mi teléfono encendiéndose nuevamente por una nueva llamada me estaba despistando.
Como las dos últimas veces, la pantalla indicaba nuevamente una llamada entrante.
Rodé los ojos.
Si mi hermano estaba llamando a estas horas era sólo para decirme que estaba de fiesta y por qué no me unía a él en algún sitio recóndito de Londres.
No tenía tiempo ni ganas de escucharle, por lo que opté por apagar el teléfono y seguir la reunión.
Estábamos abarcando el tema del posible topo dentro de la base y las probabilidades de una revolución dentro de la misma. Lo más seguro es que en estos momentos hubiera personas conspirando en contra nuestra, pero sobre todo en contra de Mike.
Ambos estábamos concentrados en la tarea de dar posibles sospechosos, hasta que el teléfono de Mike comenzó a sonar.
Sí, Mike era de esa clase de personas que nunca le quitaba el sonido a su móvil y que ni siquiera se había dignado a cambiarle el sonido de llamada que venía por defecto.