Capítulo 7

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Ross caminó por los pasillos de la mansión, dirigiéndose directo a una habitación del último piso del edificio principal, después del desayuno. Eran las 07:54 y Ross no sabía si iba a encontrarlo si tardaba más de la cuenta, ya que Víctor no había desayunado con él.

—Ross, me preguntaba-

—Ahora no, Indira.

Ross la ignoró sin dedicarle una segunda mirada siquiera. La escuchó quejarse, pero ya iba preocupado por no encontrarle, no la necesitaba para empeorarlo. Igualmente, no era la única que estaba enfadada con él. Olivia le había dirigido una mirada molesta cuando por fin se habían vuelto a encontrar, a la hora acordada con Matthieu en el bar. No le había dirigido la palabra en lo que había restado de día. No era que le importara.

Eileen lo había llamado, y antes de darse cuenta, se había ido a la parte contraria del pueblo, andando airoso mientras hablaba por teléfono con ella, la misma que lo volvía a llamar. Le colgó por tercera vez y le escribió un mensaje "Luego te llamo, ahora estoy ocupado". Ross se metió el móvil en el bolsillo, sin mirar su contestación, aunque sabía que no sería buena.

Ross sabía que esa relación no era buena, lo había sabido desde hacía mucho ya, después de todo lo que había sufrido por su culpa, lo que había hecho, pero ambos se necesitaban. Así que Ross fingía que no la odiaba profusamente y que se llevaban genial.

Vio al chico sin tener que subir las últimas escaleras, ya que éste bajaba por éstas. Víctor bostezaba sin preocuparse en taparse con la mano, peinándose el pelo con ésta.

A Ross le gustaba llamarlo así "chico" a pesar de que eran de la misma edad. Víctor siempre había sido pequeño para su edad, con un cabello naranja que lo había hecho parecer incluso menor. Ya no era pequeño, aunque seguía siendo más bajo que él, ya que apenas medía 1'76m. Ross en cambio le sacaba una cabeza.

—Ah, Ross —dijo. Ross hacía mucho que se había acostumbrado a que pronunciara su nombre con un acento español, que aunque sutil, hacía que su nombre sonara muy diferente—. Perdón, me quedé durmiendo, ¿has desayunado?

—Ah, sí, no venía buscándote por eso —Víctor ladeó la cabeza como un pajarillo, preguntándose qué era lo que quería entonces—. Es sobre tu padre.

Víctor frunció el ceño mientras continuaban andando.

—¿Mi padre? —preguntó. Parecía sorprendido.

—Necesito que hables con él —Víctor alzó una ceja y esbozó una sonrisa.

—¿Qué has hecho? —preguntó.

—No he hecho nada-

—¿Entonces qué quieres hacer? —Ross suspiró.

—Necesito vía libre para entrar y salir de aquí. Sin límites —explicó. Víctor pareció perdido. Aunque no había mucho que hacer en la casa, no había pensado que se aburriese tanto como para querer escapar tan rápido, si es que no era otra cosa. Víctor titubeó.

—¿Necesitas ir a algún lado? —Ross se paró en medio del pasillo, sintiéndose cuestionado, y por su mejor amigo encima.

Ross no tenía muchos amigos, de hecho, nunca los había tenido. Con unos ojos como los suyos, la mayoría de sus compañeros de clase al conocerlo se habían echado a llorar. Era un recuerdo que aún permanecía aferrado a su cerebro, con las palabras "monstruo" subrayadas en un amarillo radiactivo. Pero Ross no había sido ningún monstruo, solo un pequeño niño con una marca de brujo demasiado escalofriante para estándares humanos. Y la mayoría de veces, para estándares brujos, también.

Víctor no había sido así. Pero Víctor había estado muy solo. Aún así, sin él, jamás habrían llegado a formar ese unido trío que eran Víctor, Indira y él. Ahora, después de pensarlo, se sentía un poco mal por cómo le había hablado. Luego se disculparía con ella, pensó.

Witchcraft: El último alientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora