Capítulo 3

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Cuando entraron en la salita, se sorprendieron al observar que todos los brujos estaban presentes. Indira estaba sentada en los acolchados sillones verdes mientras que los chicos se agrupaban junto a la ventana.

—Chicas —dijo la Señora Marín—, supongo que vienen por la taza de chocolate —Chiara sonrió de forma pícara.

—Cómo nos conoce, Señora Marín —Chiara se acercó y tomó dos tazas que la mujer le ofreció, pasándole una a Olivia.

—Ya os he dicho que podéis llamarme Teresa.

—Ah, sí, disculpe —dijo Chiara antes de dar un sorbo.

La Señora Marín era una mujer de mediana edad, aunque para Olivia se veía unos años más joven de los que en realidad tenía. Apenas había arrugas presentes en su rostro, aunque sí que tenía canas que cubrían parte de su cabello, aquí y allá. Tenía una figura regordeta, con rosadas mejillas, pelo oscuro y ojos grises.

No era una mujer que cumpliera con los estrictos cánones de belleza, pero había una amabilidad en su personalidad, un cariño que a veces mostraba, que la hacía muy agradable.

—Ahora bien, ¿estáis todos? —les preguntó. Los presentes miraron hacia las recién llegadas, incluso Ross, que estaba sentado en la ventana leyendo, no muy lejos de Indira.

Ésta alzó sus ojos, adornados de pestañas largas y negras que resaltaban sus ojos oscuros, y le susurró algo a Ross, que se inclinó hacia ella para responderle. Indira era con la única con la que se relacionaba, aparte del desconocido Víctor, y esos murmullos eran de las pocas palabras que Olivia había escuchado salir de él, ya que apenas habían coincidido.

—Eso parece —dijo Matthieu pasando los ojos por cada uno de ellos. Parecía una reunión formal, con todos allí reunidos y la Señora Marín a punto de decirles algo. Y no parecía nada irrelevante.

—Pronto vendrán los brujos restantes, y entonces empezaréis con lo que el señor Valera tenga preparado, sea lo que fuere. Así que si tenéis alguna duda de momento, preguntad. Si necesitáis algo, pedid, estamos aquí para servir. No os sentáis avergonzados si necesitáis algún tipo de ayuda, se os concederá. De momento eso es todo, id preparándoos, muchachos —Ella pasó la vista por la sala, mirando a los ojos a cada uno de ellos—. Vuestras clases comenzarán en dos días. Si nadie tiene ninguna pregunta, me marcho. Pasadlo bien.

—Disculpe Señora Marín —La voz de Matthieu hizo que todos le prestasen atención—, son muy amables con todo... esto, pero a decir verdad, no lo entiendo del todo.

—Estoy aquí para resolver dudas —dijo ella—. ¿Qué quieres preguntar?

—Apenas tengo 17 años, y según tienen mis padres entendido, estoy en un internado. Cuando llegué me dijeron que sería mi decisión quedarme, pero llevo aquí dos semanas y todavía no sé nada. Lo único que tengo entendido es que nos ofrecen una plaza como brujo del municipio, pero, ¿por qué nosotros? No creo que tengamos la suficiente experiencia ni que seamos tan poderosos. Así que, ¿por qué?

—Por las razones por las que fuisteis escogidos. Lo veremos profundamente cuando estéis los siete.

—Y, ¿por qué mentir a mis padres? —preguntó entonces.

—Porque sois unos de los pocos que reunís las cualidades óptimas para el hechizo. No vamos a haceros ningún mal, pero si vuestros padres no os lo permitiesen, tardaríamos mucho para encontrar a un sustituto. De todos modos, obtendréis un buen salario cuando esto acabe, y el certificado del curso —Él asintió poco convencido.

"Y con suerte la plaza" pensó.

—Yo también tengo una pregunta —expuso Chiara. Ella asintió—. ¿Cuánto tiempo nos llevará?

Witchcraft: El último alientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora