ᴍɪᴇɴᴛʀᴀꜱ ʜᴀʙʟᴇꜱ ᴅᴇ ᴍí...

3. Petricor

Tom

Me apoyo en el marco de la ventana, dejando que mis dedos toquen suavemente el borde del vidrio. Observo cómo las gotas de lluvia descienden con lentitud por el cristal empañado, trazando un camino irregular. A pesar de la visión borrosa, distingo el brillo del pavimento mojado y las siluetas rápidas de los estudiantes que se apresuran bajo sus paraguas.

Fijo la mirada en el mensaje que parpadea en la pantalla de mi celular. Las palabras cortas y directas de Edd me dejan con una sensación incómoda, sin saber cómo reaccionar.

Habíamos acordado encontrarnos en el edificio de artes como de costumbre para regresar juntos a casa, una rutina que manteníamos desde que obtuve mi licencia de conducir. Sin embargo, en ese día en particular, habíamos planeado ir juntos a la universidad de Matt. 

Al llegar al edificio, Edd no estaba allí. Ni siquiera había rastro suyo en el campus. 

Estaba con Matt.

Algo que, al parecer, había olvidado mencionarme.

"Deberías venir a ayudar.", vibró mi teléfono con un nuevo mensaje.

Con un suspiro suave, libero mis dedos de la ventana y los deslizo sobre la suave superficie del estuche que descansa a mis pies. Un instante de deleite se apodera de mí al cerrar los ojos, permitiendo que la textura del cuero se filtre a través de mis palmas, una combinación de suavidad y firmeza que me envuelve en su tacto reconfortante. Con movimientos pausados, me separo de la mesa, extendiendo mi brazo hacia mi maleta. Extraigo mi sombrilla, mientras con la otra mano tomo el estuche, percibiendo su sólido peso entre mis dedos. Lo sostengo con firmeza mientras acomodo la maleta en mi espalda con cuidado, sintiendo el suave roce de la tela contra mi piel.

Avanzo hacia la entrada del edificio, deslizando mi celular en mi bolsillo mientras observo a varios estudiantes cerca de la puerta. Algunos están ocupados tratando de secar sus ropas empapadas, mientras otros verifican el estado de sus obras. Justo cuando estoy a punto de salir, un chico choca contra mí, casi dejando caer el caballete que lleva entre sus brazos.

—Lo siento, amigo. —responde rápidamente mientras se apresura a entrar en el edificio, dejándome atrás con un breve gesto de disculpa.

Me alejo un paso de la puerta para permitir que los otros estudiantes entren sin obstáculos, abro mi sombrilla y me resguardo bajo ella mientras inhalo el olor fresco de la lluvia.

Le gustaba ese olor.

Exhalé lentamente mientras mis pies comenzaban a moverse sobre el pavimento mojado. Las gotas de lluvia caían con un ritmo constante, creando un suave susurro en el aire. A pesar de la hora, la luz del día apenas se filtraba a través de las densas nubes cargadas de agua. Cada paso que daba resonaba en el suelo empapado, mojando mis zapatos con pequeñas salpicaduras. El viento gélido se colaba bajo mi ropa, haciéndome temblar levemente.

El auto estaba estacionado unas cuantas cuadras más adelante, en una calle lateral con un letrero de prohibido estacionar, pero ese día no había nadie cerca como para preocuparme que me molestaran. Extraje las llaves de mi bolso y me dirigí hacia él, desbloqueando las puertas con un suave clic antes de deslizarme dentro del relativo refugio que ofrecía el vehículo. Deposité mi sombrilla en el asiento trasero junto a mi mochila, mientras que mi estuche encontró su lugar en el asiento contiguo. El interior estaba frío y húmedo, pero al menos estaba protegido de la lluvia. Encendí el motor y activé el limpiaparabrisas, observando cómo las gotas de agua se deslizaban por el cristal.

Un molesto cosquilleo en mi nariz me obligó a levantar un dedo para rascar la banda que la cubría con irritación. Aunque consideraba innecesario llevarla puesta, lo hacía por insistencia de mi madre. Sentí un breve dolor al tocarla, aun así, agradecí internamente no tener la nariz rota, aunque aún sentía una leve hinchazón.