5. Starbucks

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Tord

El aula estaba impregnada de un murmullo suave y risas dispersas que apenas rompían la monotonía del ambiente. A mi lado, el clic constante de un bolígrafo resonaba con irritación.

Era apenas jueves, pero ya sentía como si estuviera al borde del colapso.

—Este sí que lo perdí. —murmuró Yanov, frustrado. 

—No seas exagerado. —respondí, sin apartar la mirada del frente de la clase. El profesor, con el ceño fruncido y una expresión de concentración forzada, intentaba leer los papeles que sostenía entre sus manos.

El señor Bowley era una reliquia andante, un hombre cuyo paso del tiempo se reflejaba tanto en las arrugas de su rostro como en las andaderas que lo acompañaban a todas partes. Su cátedra, centrada en la teoría marxista, era una electiva que había elegido casi por descarte. Bowley tenía la costumbre de hablar durante horas, para luego, como si temiera aburrirnos, lanzarnos un examen sorpresa para "mantenernos alerta". Esos exámenes eran las únicas notas de su materia.

No puedo decir que es un mal profesor, en el sentido estricto de la palabra, pero su negación a entregar las notas hasta el final del trimestre añadía un elemento de misterio innecesario a una experiencia que ya de por sí era bastante tortuosa. Aun así, estaba convencido de que tenía la materia aprobada.

Yanov, sin embargo, parecía menos seguro. 

—Hubieras visto la cara de Bowley cuando le entregué mi hoja. Ni mi madre me mira con tanta decepción. —susurró Yanov, su rostro con una mueca mientras recogía sus libros, preparándose para abandonar el salón.

A veces, me parecía que le faltaba autoestima.

El bullicio en el aula se detuvo abruptamente cuando Bowley, con visible esfuerzo, levantó la mirada y nos observó fijamente. Su voz, rasposa pero firme, rompió el murmullo persistente de la sala.

—Nos vemos en la próxima clase.

Apenas sus palabras resonaron en el salón, el sonido de las sillas arrastrándose y voces apresuradas llenaron el espacio. Bowley comenzó a guardar sus cosas con parsimonia mientras observaba a Yanov, el primero en abrir la puerta y salir apresuradamente del aula, despidiéndose con un gesto rápido.

Yo me levanté, cogiendo mi mochila y colgándola sobre mi espalda, despidiéndome del profesor quien luchaba por ponerse de pie. Descendí las escaleras con paso ligero, sacando mi celular mientras caminaba. Un correo me había llegado; mi última clase había sido cancelada debido a problemas personales del profesor. Adjunto al mensaje, una imagen con ejercicios por revisar para la próxima sesión.

La idea de regresar a casa no me atraía en lo más mínimo, especialmente porque era mi semana de limpieza. Prefería matar el tiempo asistiendo a otra clase, aunque fuera solo por el placer de distraerme.

Al llegar al primer piso, me uní a un pequeño grupo de estudiantes que ingresaban al auditorio donde suponía, tenían clase. Guardé mi celular y avancé por las filas de asientos hasta encontrar un lugar en el centro, lo bastante cerca de la salida por si decidía marcharme antes de que la clase terminara.

—Te lo juro Edd, esta será la mejor decisión de tu vida. —escuché a un chico pelirrojo hablar con entusiasmo mientras se dirigía hacia los asientos frente a mí, su voz resonando lo suficientemente alto como para ser ignorado.

—Déjame en paz, Matt. ¿No tienes clase? Tu universidad está lejos, deberías irte ya.

—No te librarás de esto, te convenceré tarde o temprano. —el otro chico se despidió con una sonrisa mientras se marchaba del auditorio con su mochila al hombro.

ᴍɪᴇɴᴛʀᴀꜱ ʜᴀʙʟᴇꜱ ᴅᴇ ᴍí...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora