4. Ángeles en América

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El letrero del teatro, "George Wood Theatre", resplandecía con una elegancia sutil pero imponente, iluminando su nombre con letras claras y elegantes. Me quedo inmóvil por un momento, mirando atentamente el edificio, mientras una parte de mí luchaba contra el impulso de dar media vuelta y marcharme. 

Con delicadeza, saco mi celular del bolsillo y lo enciendo. La pantalla resplandeciente arrojó una tenue luz sobre mi rostro, revelando las notificaciones de llamadas perdidas. Restándole importancia, desvié la mirada hacia la hora.

Son las 5:20 de la tarde.

La obra debía haber comenzado a las 4:30. Con un suspiro resignado, giré sobre mis talones, dispuesto a irme. Justo en ese instante, el sonido agudo de una puerta al abrirse rompe el silencio a mis espaldas.

—¿No piensas escapar, o sí? —la voz, suave pero con un tono de molestia, capta mi atención al instante.

—Hola, Edd. —susurro, acercándome a él.

El silencio se apodera de nosotros mientras atravieso la puerta, seguido por Edd, quien la cierra con la mayor discreción posible. En el interior, la luz apenas es visible, cortesía de las indicaciones de los organizadores de la obra, quienes han solicitado que los espectadores ingresen por la entrada de actores para evitar interrupciones de luz durante la presentación.

Las paredes están adornadas con fotografías de producciones anteriores, entremezcladas con instantáneas de ensayos y afiches de obras de teatro pasadas. En un rincón, un grupo de actores ensaya sus líneas, sus voces apenas un susurro audible. 

Avanzo con paso lento hacia la puerta entreabierta, cuya madera dejaba entrever un pequeño escenario rodeado de gradas. La penumbra del pasillo contrastaba con la luz cálida que se filtraba desde el interior del teatro, creando un ambiente casi onírico. Me detuve un instante, absorbido por el murmullo distante de los asistentes, cuando sentí una presión repentina en mi brazo.

—¿Por qué ignoraste mis llamadas? —exclama, su voz impregnada de frustración. Sus ojos me miraban con una mezcla de enojo y preocupación. —La obra comenzó tarde por culpa de Matt. Insistió en esperar hasta que llegaras.

Mi ceño se frunció instintivamente mientras apartaba su mano con un movimiento brusco.

—Nunca dije que vendría, además, recuerda que fuiste tú quien me dejó plantado. —respondí, procurando mantener mi tono frío y controlado.

—Matt me envió un mensaje pidiendo ayuda, no tuve tiempo para avisarte. No uses eso como excusa para llegar tarde después de que tú mismo le prometiste a Matt estar aquí antes de que empezara la obra.

—Estaba ocupado. 

Lo último no era del todo mentira, pero tampoco verdad. No iba a decirle que había llegado tarde por estar hablando con el tipo del que tanto me había quejado. 

Siento el peso de su mirada inquisitiva, como si buscara una explicación que no estaba dispuesto a ofrecer.

—Solo quería que supieras lo importante que es esto para Matt. —habla finalmente, su tono suavizándose un poco, aunque la decepción seguía presente en sus ojos.

El suspiro de fastidio de Edd resonó a mi lado mientras se encaminaba hacia la puerta, yo siguiéndole de cerca. Una vez dentro, el eco de las voces y el murmullo de la audiencia llenaron el aire.

¿Qué haces en mi alucinación? —resuena la voz, femenina y enigmática, que emerge desde el centro del escenario.

No estoy en tu alucinación. —responde un joven, ataviado con un vestido de cóctel de un exuberante morado opaco, adornado con plumas que se entrelazan en su cabello pelirrojo, sentado con elegancia ante un tocador rodeado de espejos y enseres de maquillaje. —Estás en mi sueño.

ᴍɪᴇɴᴛʀᴀꜱ ʜᴀʙʟᴇꜱ ᴅᴇ ᴍí...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora