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Y aquí están de nuevo esos sentimientos.

Esos sentimientos que arrancan la costra de una herida que no puedes decir cuando fue abierta, solo que lo está.

Duele, pero no duele. Se siente, se siente que no se siente. Y eso mortifica y asegura. Asegura que, aunque un plato roto haya sido pegado, no va a dejar de ser un plato roto. Que en esta historia no hay kintsugi que lo valga. Que algo bello para los ojos es una daga al corazón.
Algo que desgarra por dentro y da paz. Pero no una paz serena, segura. Una de perdicion, de final, de vacío, de vicio, de muerte. Una que te asegura que sigues en el mismo pozo de siempre, y que si creías que no, es porque en uno de tus delirios, has creado de un rayo de sol momentáneo, una historia de esperanza.
Esperanza para alguien que encerró su corazón y se comió la llave. No viéndose capaz ni merecedor de cargarlo. Alguien para quien la diosa "esperanza" es tentación y causante de muerte a quienes se vuelven víctimas de mirarla.

El procesoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora