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Querida abuela:
Ya ha pasado un tiempo desde que te veo, diariamente, andar por mis pensamientos.
Estoy bien, viviendo como me dijiste que lo hiciera. Aunque eso no quite que en algún momento asomen los recuerdos y se concentren como un nudo en la garganta, no dejándome seguir, obligándome a mostrar unas heridas que todavía no están cerradas y que, seguramente nunca lo estén. Porque ya no puedo contártelas a ti, sentirme acogida por ti mientras me como uno de esos helados que siempre me esperan al llegar a tu casa, unos que no solo ansiaba comer por su dulzura, sino porque, a cada bocado que daba, me curaban por dentro de formas que ni imaginaba.
Ansío sentarme contigo en el sofá, mientras me das alguna lección de sabiduría de esas que siempre salen por tu boca.
Ansío que me muestres sobre ti, que me hables sobre tus mil aventuras y que me contagies un poco de tu ser al hacerlo.
Ansío que me abraces y me muestres de todas las formas que tu sabías, lo que me querías.
Ansío poder mostrarte yo lo que te quiero.
Pero sobretodo, abuela, ansío verte, ansío esa paz que me da el sentir que estás al lado mío, haciéndome sentir que todo está bien, aunque nada lo esté.

El procesoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora