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Y recurrir al alcohol, al cigarro, a los vicios, siempre pasaba fugazmente por mi cabeza, pero en este momento, me he dado cuenta, que la droga que más me aleja de esta realidad, es bailar, bailar con los cascos puestos en el silencio y única mirada que la de mi misma, en mi cabeza, figurándome en la más preciosa y romántica vida. Romantizando mi vida, una, que cualquier persona tacharía de suicida. Pero aquí estoy, un jueves por la noche muriéndome de sueño por la media de 4 h dormidas durante los últimos 7 días, con la cabeza cargada de responsabilidades pendientes que, según el curso que llevan, no acabarán pronto, y sabiendo que esta noche será la más dura de sobrellevar, por la carga que llevo para mañana. Que si intento dormir, además de que bajará la media de horas dormidas, me despertaré con el corazón a mil por el miedo que me da quedarme dormida y no oír esa alarma que ya parece incrustada en mi organismo.

El procesoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora