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De las cosas más importantes que he escrito.
Carta a mi TCA:
Un día te presentaste como quién manejaría mis problemas. Quién los resolvería todos de la forma más fácil posible. Te creí, todas esas promesas que me hiciste se sentían tan bonitas... Eras la primera persona que me tendía una mano prometiendo que todo iría bien. Me dijiste que caminaríamos de la mano todo el camino hasta que, llegado el día, decidiéramos soltarlas. Me siento confusa. Fuiste mi aliada, mi amiga, mi consuelo. También me hiciste mucho daño. Me prometiste el cielo y lo conseguí, pero uno diferente. Tu me prometías que estaba en uno, pero ese cielo dolía, dolía tanto que mataba a la vez.
Empezaron a surgir los primeros cambios, lo que me prometías era real, no mentías. Mi confianza hacia ti creció. Era el momento de soltarte la mano. Un proceso que en mi cabeza era rápido. Un día, al siguiente ya no lo tendría. Otro día, lo anterior no funcionó. Otro más, ¿Por qué no dejas que me vaya? Cada día que pasaba me gustabas y te odiaba más. Me ofreciste miles de opciones que me hacían no poder soltarte. Miles de tentaciones que me hacían depender cada vez más de ti. Ya no caminábamos de la mano. Me habías hecho entrar en trance. Uno del que cada vez me volvía más adicta. Dependía de ti para todo. Cogiste mi identidad y te la apropiaste como si nada. Me hacías cada vez más pequeña y lo sentía. Me comías por dentro y por fuera. Un ente que me quitaba cada vez más la luz. Mi vida, mi felicidad, era su combustible. Cada vez se hacía más grande y menos controlable. Me hiciste hacer tantas cosas... Pensar tantas cosas... Perderme tantas otras... Cada vez me perdía más a mi misma y tu lo sabías. Todo era parte de tu plan, uno en el que caí de lleno.
"Muy bien, felicidades, lo conseguiste.
Es hora de que te vayas... ¿no?
No. Contestaste con burla.
Caminaremos de la mano, hasta que decidamos soltarlas. Pero solo hay una manera de soltarlas, y es que una de los dos se vaya. Es la ley del más fuerte y yo siempre he sido la más fuerte de las dos."
Casi lo consigues, yo no tenía nada por lo que luchar. No me veía con ningún futuro. Mi vida era un constante dolor. Un tumor que se hacía cada vez más grande y del que no había cura.
Pero algo me hacía luchar. Mi interior se había vuelto una guerra constante que parecía no llegar a su fin nunca. Era mi tumor y mi quimio.
No había nada en orden en mi vida. Era una montaña rusa de emociones que estaban causadas por un hecho en concreto, el recaer o no. Un hecho que podía tirar por la borda todos mis intentos de seguir adelante. Había muchas excusas de por qué había recaídas, cada vez me ponía una diferente para evitar darme cuenta de lo mal que estaba. Evitaba verlo, ya que eso causaría una recaída mayor, de más tiempo. Y me daba miedo, me daba miedo volver a caer de tal manera que no sabía si iba a salir de esa. Atormenta cada día el hecho de tener una recaída, la posibilidad siempre está ahí. Aunque llegará el momento que, aunque sea por un segundo, me olvide de ella. Me olvide de que está presente, en ese momento sabré que lo he superado. Vivo con el miedo de recaer y la esperanza de olvidar.
Hay un momento en el que todo cambia. Un click que te hace no ver sentido en por qué en un momento dependiste de eso. Ahí es cuando empiezas a lidiar con ello. Cuesta, pero cada día se hace más fácil. De repente un día viene fuerte. Te sientes como hace mucho no te has sentido y sabes que es el sentimiento de la recaída. Ese sentimiento que tanto has temido en el tiempo donde ibas por el camino de ganar la lucha. Solo hay dos opciones para lidiar con el sentimiento: o caer, que es lo más fácil pero lo que más miedo te da, o luchar, que es lo más dificil y lleva más esfuerzo, pero el que sabes que te va a hacer estar a un paso más cerca de conseguirlo, de acabar de una vez con esta pesadilla. Esos momentos son los que te hacen ser más fuerte, si sobrevives a esos, cada vez se hará más fácil hacerlo hasta que un día esa enfermedad que antes era tu vida, solo sea un mal recuerdo.

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