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Y porque escribir no salva ni cura. Tampoco consuela, sino que abre heridas antiguas y quita los enlaces de sutura de las nuevas. Pero escribir de alguna forma tranquiliza mi corazón, aunque sea un tranquilizante que desgarra a la vez, aunque me haga sonreir mientras siento una presión en el pecho que me acuchilla. Aunque me quite horas de sueño no pudiendo cortar una vez empezada la escritura, aún con todos esos contras, aquí sigo, escribiendo. Porque escribir es mi adicción y el papel con quién me siento escuchada.

El procesoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora