1

206 22 0
                                    

Coloco la pequeña cesta de ropa sucia a un costado de mi cintura mientras voy poniendo las prendas en la lavadora. Dejo caer mis camisas al interior de esta, una por una, hasta que me encuentro con una de Ethan, de mangas largas, blanca y de botones, prácticamente limpia de no ser por esa mancha roja en el cuello que llama mi atención.

«No de nuevo, por favor», suplico.

La cesta descansa en el suelo cuando la dejo allí para analizar mejor lo que de todas maneras ya sé. En un segundo puedo imaginar las escenas que han debido de tener lugar en su oficina, al observar con claridad unos perfectos labios rojos dibujados en la blanca tela del cuello.

Otra vez estuvo engañándome con ella... El olor de su extravagante perfume femenino termina de delatarlo, como si su delgado cuerpo se hubiera restregado apropósito contra el suyo durante toda la noche para que yo me enterara de esto.

Por supuesto que sus llegadas tardes tenían su razón de ser, y no eran por estar en una reunión como tanto insistía en hacérmelo creer así. Se estaba manteniendo ocupado entre la corta falda de su aparatosa secretaria, la de notables curvas y pecho prominente; cualquier hombre caería por una mujer como ella.

Y no una, sino dos veces, y quizá más, como lo ha hecho mi esposo.

Vaya promesas hace, y ninguna vale nada...

En un ataque de rabia cierro la tapa de la lavadora fuertemente y pateo la cesta hasta pegarla contra la pared. En un imbécil. ¡Un imbécil sin compromisos! Paso la mano por mi cara intentando tranquilizarme, siento que pierdo el control de sobremanera, mis manos tiemblan y es por la mezcla de cada sentimiento comprimido ahora liberado.

¡No le importa nada! ¡No le importo yo, ni nuestra relación! ¡No tiene respeto y es un ASQUEROSO! Mi mano se arma un puño deseando tenerlo en la casa para golpearlo. Hasta mi mandíbula comienza a agitarse previniendo el llanto que se aproxima. Todo mi ser duele, especialmente mi corazón.

Se lo confíe y lo ha defraudado.

Una vez, cuando nos rendimos ante nuestro amor y nos casamos, y dos veces, al perdonarle su primer engaño con su secretaria. Ambos a quienes encontré teniendo sexo en su oficina cuando se me ocurrió llevarle el almuerzo para compartirlo juntos. Vaya estúpida, mientras más intenté remediar lo malo, terminé hallándome con lo peor.

Bajo la mirada y observo la sortija dorada en mi dedo anular, la giro con mis otros dedos sobre sí misma. No sé ni por qué sigo usando esta ridiculez que no representa algo más que nuestro embuste civil. Hago ademán de quitármela, sin embargo, cierro la mano y lo evito cuando oigo unas llaves abriendo la puerta principal.

Limpio mis lágrimas con rapidez porque tampoco quiero verme tan débil ante la situación. No como la primera vez, que lucí como una niña pequeña que perdió algo que apreciaba demasiado. Agarro la camisa manchada y me la llevo a pasos seguros hasta el corredor, donde se encuentra Ethan colgando su blazer en el perchero.

Provoco que me inunde la calma a través de un largo suspiro durante un momento, y prontamente, llego a su posición para tirarle la camisa en el pecho, la cual logra atajar bastante confundido. Le digo que revise el cuello y lo comprende al instante. Me resulta mediocre de su parte que lo note tan obvio ahora y no cuando se la quitó hace un par de días.

Muerdo mi labio y alzo las cejas esperando para ver qué dice.

—¿Entonces? ¿Te quedaste mudo?

—Es marcador. En la oficina había uno defectuoso y es todo lo que pasó.

¡Maldito! ¡Maldito mentiroso!

Ni siquiera alcanza a entender lo que ha pasado cuando mi puño entero impacta contra su rostro.

—¡¿TE VOLVISTE LOCA?! —exclama mientras su mano cubre la zona del impacto.

—¡Tú eres quien se volvió loco si crees que soy así de idiota! —le grito y me aguanto el dolor en la mano sintiendo que me la he roto, pero apenas y puedo pensar bien en ello, otros sentires me controlan.

—¡Es una puta mancha de marcador, Stell! ¡Estás más paranoica que nunca! —me grita e intenta pasar a un lado de mí.

No lo dejo. Tomo la camisa y busco rápidamente el cuello para ponérselo frente a la cara.

—¡Esto no es ningún marcador, Ethan! ¡Es el regalito que dejó aquella mujer para que esto pasara, es obvio que fue adrede! ¡Míralo! ¡Es un beso perfecto! —Hago la camisa un bulto y se la lanzo una vez más haciendo que caiga al suelo.

—Alucinas. Es todo lo que diré.

Me mira, reprobando mi actitud totalmente. Entonces se va directo a las escaleras, dejándome sola como si esto no debería de hablarse.

Es un malnacido.

Pero esto no culmina aquí.

⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯  ☁️ ⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯

27.2.23

Mi primera historia de fantasía ya está aquí. 🤧✨

Pronto la seguiré actualizando, espero que le den todo su amorcito.

Disfrútenla. 💞


22.3.24

(editado)

Soñaré contigo » p.jm [ Terminada ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora