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Me recuesto en la cama, exhausta y con el alma echa trizas. Caí por inocente al creer que Ethan no podía comportarse peor. Para mí ya era suficiente que me tratara como su ama de llaves en lugar de hacerlo como su verdadera esposa. No obstante, supo jugárselas para hacer de mi vida un grano de arena inútil incapaz de quejarse incluso cuando era conveniente hacerlo.

¿Pero por qué cambió de esa manera?

¿Tan complicado es el matrimonio conmigo que tuvo que volverse más duro que una piedra para poder soportarme? ¿Es eso?

Porque no me considero tan mala persona como para merecer esta clase de trato. Estoy al tanto de que nada de lo que hace es mi culpa, sin embargo, a veces no puedo dejar de cuestionarme si pude haber hecho algo mejor para evitar que nuestro amor se transformara en pétalos marchitos cubiertos de polvo.

Y pensar que hubo un tiempo en el que él era el más dulce de los dos...

Ambos nos conocimos en la universidad y prácticamente me fleché con él a primera vista, era tan guapo y divertido. Me hacía muy feliz estar juntos así fuese en el banco de una plaza, porque solo lo necesitaba a él para poder estar bien. Ethan me enamoraba cada día con los detalles de su personalidad, en lugar de hacerlo con cualquier otro material de esta tierra, y yo no me esforcé por considerar otros aspectos igual de fundamentales.

Por novata y tonta.

Y aunque en su momento fue mágico vivir de nuestro amor, ahora resulta ser tan contraproducente... Porque de no haber sido aquella muchacha boba con sueños de oro nunca habría dejado mis estudios por perseguir una vida a su lado, en la que terminaría siendo una señora de hogar, con un futuro roto gracias a una terrible decisión. Mamá tenía toda la razón, no debí permitir que Ethan se adueñara tanto de mi vida.

Lo estoy pagando muy caro y sin alguna oportunidad de huir. No a menos que culmine mal para mí,  debido a que no tengo a dónde escapar —soy hija única y mis padres fallecieron hace mucho—. Siendo lamentable, Ethan es mi lazo seguro, me tiene entre sus manos. Y a decir verdad, me da miedo enfrentar el exterior. Él me acostumbró tanto a estar encerrada siendo la esposa perfecta que olvidé a ciencia cierta lo que es estar totalmente emancipada.

Dios santo, mientras más pienso en mi caso, más triste y vulnerable me siento. Estoy sola, muy sola. Y nadie puede venir a rescatarme. Al menos hablaba de estas cosas con mi amiga Susie, pero desde que se mudó a Nueva York no tenemos casi contacto, y no puedo contarle lo ocurrido en algún mensaje como si hablaramos todos los días. De cualquier modo, este no es su problema y muy poco podría hacer por mí a estas alturas.

Entre sollozos que me dejan sin aire, cierro por completo los ojos deseando desaparecer. Qué miserable es mi existencia. Respiro hasta recuperar un estado más calmo y pongo ambas manos bajo mi mejilla dispuesta a dormir; es lo que me ha brindado paz cuando no me siento del todo bien.

Además, sí algo quiero ahora, es encontrarme con él nuevamente.

• • •

Como siempre, me despierto por la brillante luz del sol dando besos en mi rostro, el cual está tibio en cuanto abro los ojos. Noto que tengo el hermoso vestido rosa pálido de cada ocasión y me siento sobre la enorme cama de impolutas sábanas blancas. No tardo en comenzar a buscar su silueta y la hallo de pie frente al balcón, dándome la espalda mientras observa el horizonte oceánico.

Troto hacia él sin esperar que se voltee y lo abrazo con la fuerza que jamás he empleado en un gesto como este. Anhelaba sentirlo en mis brazos cuanto antes. Siento cómo me rodea con los suyos y me acaricia como si se deslizara por seda, con mucho tacto y afecto. Después alzo la vista y me encuentro con su cabellera negra, aunque no me demoro en pasar al frente para observar sus bellos ojos color café, esos que me miran con suma devoción ante mi presencia.

Me acerca a su pecho sin decir algo, sé que sabe que lo he extrañado y que necesito que me abrace con tal fuerza que me haga sentir que nunca dejaré el refugio de su estima.

Tras aquello, mis manos dejan su espalda y llegan a los costados de su cuello para acercarlo a mí, logrando que se conecten nuestros labios. Los suyos, suaves y esponjosos, se hacen cargo de los míos y los llevan a la cúspide de la dulzura cuando decide emplear el roce más delicado y bonancible. No dura mucho, solo lo suficiente para hacerme comprender que soy amada por él y que estará conmigo cuando lo necesite.

—Dime que harás que este sueño dure, no quiero volver tan pronto —murmuro contra sus labios.

—Haré lo posible porque te quedes un poco más. Te necesito tanto como tú a mí, Stell. —Me une a su pecho ligeramente y me brinda un beso en la cabeza—. Si supieras lo mucho que anhelo que te quedes y que jamás te vayas...

—Si por mí fuera no despertaría en esa otra realidad, Jimin. Sufro y lloro... Yo solo quiero estar aquí contigo —le digo con la voz quebrada.

—Mi luna preciosa, me esfuerzo por hacer que tu lugar sea este. Ya verás que muy pronto no tendrás que regresar allí, te lo prometo. —Toma mis manos y besa cada una de ellas, transmitiéndome su gran deseo por que me quede.

No me quedan muchas opciones, más que asentir ilusionada. Aunque la verdad es distinta y nos da un golpe bajo cuando pensamos en ella. Puesto que, al despertar, me iré rápidamente dejando al hombre de mis sueños solo, donde él aguardará por mí hasta que vuelva a aparecer en su cama...

Justo como lo he venido haciendo desde hace unos meses.

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22.3.24

Soñaré contigo » p.jm [ Terminada ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora